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Menos Teletón y más “taxation”

Fuente: La Crónica

Ciro Murayama

Como ocurre desde hace una docena de años, en esta época hay una febril actividad de propaganda y de recaudación de recursos en todo el país por parte de grandes corporativos empresariales que impulsan el llamado Teletón. Este ejercicio, similar a otros que con el mismo nombre se hacen en distintos países iberoamericanos, e incluso en Estados Unidos, tiene la finalidad de reunir recursos para apoyar la rehabilitación de niños con diferentes tipos de discapacidad. La idea original surgió en Chile, impulsada por el presentador de televisión conocido como Don Francisco, en plena dictadura militar en el año de 1978.

En México, de acuerdo con el portal electrónico del Teletón, entre 1997 y 2008 se han reunido donativos por 3 mil 272 millones de pesos y se ha conseguido poner en operación 13 Centros de Rehabilitación Infantil Teletón (CIRT) en el país. Para estos 4 y 5 de diciembre, cuando se celebra la edición 2009, el lema del Teletón es “No hay imposibles”. Si el año pasado se juntaron 442,974,150 pesos, esa es la suma a superar en 2009.

Los impulsores del Teletón dan cuenta de que sistemáticamente las aportaciones para ayudar a los niños discapacitados provienen, en su enorme mayoría, de las zonas de menores ingresos en el país. Son pobres quienes aportan sus escasos recursos para esta causa impulsada por las grandes empresas de México. Son pobres, también, los millares de hombres y mujeres que desde hace semanas realizan en calles y plazas de todo el país la recolección de aportes en unas alcancías plásticas en forma de corazón. Pobres son, también, los niños con problemas de discapacidad que aparecen en los anuncios televisivos o de internet pidiendo las donaciones al Teletón, niños sin duda en situaciones conmovedoras pero que, quizá, no deberían ser usados en campañas mediáticas, así sean en principio bienintencionadas.

Ahora bien, ¿quién puede oponerse a que se lleven a cabo este tipo de campañas nacionales de recolección (aunque en los hechos han desplazado a la tradicional que desde hace décadas realizaba la Cruz Roja)? ¿No es necesario que esos niños de escasos recursos, y sus familias cuenten con apoyo médico especializado para atender y, eventualmente, revertir sus males de salud?

Por supuesto que los niños, pero también los adultos y los viejos discapacitados, y todo aquel con problemas de salud, tiene derecho a una atención profesional. Tan es un derecho incuestionable que está plasmado en el artículo cuarto de nuestra Constitución: “Toda persona tiene derecho a la protección de la salud”.

Se dirá que, ante la incapacidad del Estado para cubrir los servicios de salud, bienvenida sea la iniciativa privada que impulsando campañas filantrópicas puede poner su grano de arena para ayudar a quienes lo necesitan. Sin embargo, hay algo en esa disposición empresarial de contribuir hacia los más necesitados que no cuadra: su renuencia a hacer aportaciones al fisco similares a las que hacen sus contrapartes en otros países. Cabe recordar que un análisis de la Auditoría Superior de la Federación (“Áreas de opacidad y riesgo en el Estado federal mexicano: Oportunidades de mejora”, ASF, 2009), detectó lo siguiente: que “entre los años de 2000 y 2005, las devoluciones de impuestos ascendieron a 679,691 millones de pesos, de los cuales, el 79 por ciento correspondió al IVA y el 15 por ciento al ISR. En 2005, estas devoluciones fueron de 149,850 millones de pesos, cantidad superior en 99 por ciento a la registrada en el año 2000”. Asimismo, que “las devoluciones de impuestos se encuentran altamente concentradas, lo que propicia una situación de privilegio que contraviene el principio de equidad fiscal. Se constató que en 2005, 4,132 grandes contribuyentes recibieron devoluciones por 106,520 millones de pesos, esto es, el 71% por ciento del total. De estos grandes contribuyentes, 398 de ellos concentraron el 77 por ciento del monto devuelto, y de éstos, 10 recibieron una devolución promedio de 1,742 millones de pesos cada uno. Se observó, adicionalmente, que en ese año, 50 grandes contribuyentes pagaron 74 pesos de ISR en promedio”. Así, mientras el Teletón de 2005 reunió 349 millones de pesos para destinar a los niños discapacitados, 50 de las mayores empresas de nuestro país pagaron como impuesto a sus ingresos una suma de tres mil setecientos pesos entre todas. Es decir, que quienes aportan al Teletón reunieron en dos días una suma 94,000 veces (sí, leyó usted bien, noventa y cuatro mil veces) más alta que lo que pagaron cincuenta grandes corporativos como impuestos al ingreso en todo un año.

A la vez, las devoluciones de impuestos en 2005 a las 10 empresas más grandes del país, de mil setecientos millones a cada una, supone una cantidad cincuenta veces mayor de impuestos que no se quedaron en el fisco y que pudieron ser gastados en salud, que lo que recaudó el Teletón ese año.

La Auditoría Superior, en el informe referido, señala además que “los beneficiarios de estos importantes montos de devoluciones corresponden, en general, a empresas de la industria automotriz, productos fotográficos, panificadoras, acereras, tiendas departamentales y de autoservicio, e instituciones financieras”. El lector puede ir a ver la página del Teletón y a sus patrocinadores para ver si alguna de esas grandes empresas corresponde a la descripción de la Auditoría Superior.

Así, si lo que se quiere es nutrir la capacidad real de nuestro país para ofrecer servicios de salud, hay que empezar por fortalecer los recursos de un sistema sanitario que tiene áreas de altísima calidad internacional (como los institutos nacionales). Ello implica ampliar la recaudación fiscal. Con que los grandes corporativos paguen el ISR que marca la ley, sin exenciones ni deducciones, tendríamos cien mil veces más recursos para salud que los que reúne el Teletón con aportaciones de los más pobres.

Menos caridad y más cumplimiento fiscal; menos Teletón y más “taxation”.

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