Ciro Murayama
El País
11/06/2015
El domingo 7 de junio en México votaron 36,6 millones de ciudadanos. Pese a los vaticinios, la nota predominante de la jornada fue la paz y la libertad con que se sufragó: se instaló el 99,74% de las casillas electorales previstas, y la participación (47%) es la más alta en unas elecciones intermedias —no se elige la presidencia de la República— en lo que va del siglo.
Los resultados ofrecieron distintas sorpresas, confirmando que el nombre de quien va a ganar es la única incertidumbre legítima en democracia. De nueve gubernaturas en juego, se produjo alternancia en cinco estados: en Nuevo León ganó por primera vez un candidato independiente; el PRI recuperó Guerrero en manos de la izquierda y en Sonora, que gobernaba la derecha; el PAN que repite en Baja California Sur, le quitó el poder al PRI en Querétaro y le disputa voto por voto el gobierno de Colima; el PRD, por su parte, vuelve a gobernar Michoacán, la tierra de Lázaro Cárdenas. El PRI confirmó con claridad la permanencia en el gobierno sólo en Campeche y San Luis Potosí.
En el Distrito Federal, bastión indiscutible del PRD desde que en 1997 se empezó a elegir a las autoridades locales, antes al regente capitalino lo designaba el Presidente, Morena ha ganado cinco de 16 delegaciones políticas y es la primera fuerza en la Asamblea Legislativa. El PRI obtiene su mejor resultado en 18 años al ganar tres delegaciones, tres diputados locales y tres federales, mientras que el PAN obtiene dos delegaciones. El PRD, el partido del jefe de gobierno hasta 2018, será minoría legislativa y conservó sólo seis delegaciones de 14 que gobernaba. Así, la capital de México, la entidad más importante desde el punto de vista de su contribución al PIB nacional, tendrá el poder político más repartido y equilibrado de su historia.
De acuerdo con los resultados del conteo rápido que hizo el Instituto Nacional Electoral —los cómputos oficiales concluyen el domingo 14— en la Cámara de Diputados a nivel federal el PRI no consiguió la mayoría de asientos, tal como le ocurre a todo Presidente mexicano desde 1997. Se quedará con cerca de 200 lugares de 500 que conforman la Cámara. Con su aliado el Partido Verde (unos 45 diputados), el gobierno tampoco alcanzará los votos suficientes para aprobar leyes.
El PAN tendrá alrededor de 110 diputados; mientras que la izquierda tendrá aproximadamente 120 legisladores divididos en cuatro grupos parlamentarios (PRD, 55; Morena, 35; Movimiento Ciudadano, 25 y Partido del Trabajo, 5). Habrá nueve bancadas, un número sin precedente, lo que indica la desconcentración de votos de los tres principales partidos protagonistas de la transición (PRI, PAN y PRD). En su debut electoral, Morena, se coloca como cuarta fuerza política nacional, a dos puntos porcentuales del PRD, del cual es una escisión. El llamado al voto nulo no alcanzó el 5% del total y se situó por debajo de lo registrado en dos elecciones previas.
México ha confirmado que es a través del sufragio, por la vía pacífica e institucional, como se renueva el poder político. No es poca cosa en un escenario donde la violencia crece afectando la vida cotidiana. Los ciudadanos han demostrado ser expertos en el uso de su voto para sancionar a gobiernos y partidos, para darle oportunidad a nuevas alternativas, así como para generar contrapesos entre poderes.
Estamos ante la constatación de elecciones genuinas y competidas, es decir, de una vida democrática que, pese a todo, avanza y se reproduce.