Categorías
Fundamentales

Obama: ¿hacia el nuevo New Deal?

El Congreso firma a Obama el cheque para salir de la crisis

Antonio Caño
El País. 13/02/2009.-Washington.

El Congreso vota hoy una ley de estímulo económico con menos gasto social.

La izquierda cree insuficiente el plan y la derecha lo tacha de despilfarro.

A falta de las votaciones en ambas cámaras del Congreso que ratifiquen hoy el acuerdo alcanzado, Barack Obama tiene ya en sus manos el instrumento que solicitaba para atajar la crisis económica: un plan de estímulo de 789.000 millones de dólares (615.000 millones de euros) con el que promete crear tres millones y medio de puestos de trabajo en dos años. Ha costado más de lo esperado y no se ha conseguido con gran respaldo bipartidista, pero el presidente ha sacado adelante, esencialmente, su proyecto, y manejará a partir de ahora la más importante inversión pública desde los tiempos del new deal del presidente Franklin D. Roosevelt.

A falta de las votaciones en ambas cámaras del Congreso que ratifiquen hoy el acuerdo alcanzado, Barack Obama tiene ya en sus manos el instrumento que solicitaba para atajar la crisis económica: un plan de estímulo de 789.000 millones de dólares (615.000 millones de euros) con el que promete crear tres millones y medio de puestos de trabajo en dos años. Ha costado más de lo esperado y no se ha conseguido con gran respaldo bipartidista, pero el presidente ha sacado adelante, esencialmente, su proyecto, y manejará a partir de ahora la más importante inversión pública desde los tiempos del new deal del presidente Franklin D. Roosevelt.

En el camino de esta difícil negociación, se han quedado alrededor de 30.000 millones de dólares (23.390 millones de euros) de gasto social al que los demócratas han tenido que renunciar en aras del compromiso, y se han consumido muchas de las energías y del crédito del flamante presidente. No era para menos. Ésta es la gran apuesta de su mandato. En esto -en la capacidad de este plan para resolver la crisis- se juega su futuro. Él lo sabe, y por eso siguió ayer, por cuarto día consecutivo, defendiendo su proyecto ante los ciudadanos de a pie. Y lo sabe también la oposición, que no podía, por tanto, permitirle al presidente un camino de rosas en el Capitolio.

El resultado es un plan que la izquierda cree insuficiente y que la derecha considera un exagerado despilfarro. Un plan respaldado ayer por el 59% de la población, según una encuesta de Gallup para USA Today, y en el que la independiente Oficina de Asuntos Presupuestarios del Congreso ve moderadas esperanzas de que cree empleo. Wall Street recibió el plan con caídas (el Dow Jones perdía casi un 2% a media sesión, aunque remontó hasta cerrar con una bajada del 0,09%).

El gasto total final ascenderá a los 789.000 millones de dólares (615.000 millones de euros). De ellos, unos 219.000 millones de euros (cerca de un 35%) son recursos que el Estado deja de recibir para bajar los impuestos, y el resto (395.000 millones de euros) son nuevas inversiones: 117.000 millones en infraestructuras, 67.800 millones para ayudar a los Estados a pagar la seguridad social, 35.000 millones para educación, 21.000 millones de ayudas al desempleo, entre otras.

Se caen del plan inicial algunas decenas de miles de millones más para educación -particularmente una partida destinada a la reconstrucción de escuelas-, se reduce de 500 a 400 dólares (de 390 a 312 euros) por trabajador y año una rebaja de impuestos en la que Obama había puesto especial interés y se incorporan beneficios fiscales para los salarios más altos que la Casa Blanca no había previsto inicialmente.

En términos generales, desde que el plan empezó a ser debatido se ha ido reduciendo el volumen de la inversión y aumentando el de recortes de impuestos para satisfacer a los demócratas de centro que negociaron el acuerdo final y, sobre todo, a los tres senadores republicanos que han sido clave para la supervivencia de la ley.

Con estas enmiendas se han incrementado las posibilidades de que algunos republicanos más puedan hoy votar a favor, pero no lo suficiente como para contar con su apoyo en bloque. «En definitiva, el recorte de impuestos que va a tener la clase media es de 7,70 dólares semanales», dijo ayer el jefe del grupo republicano en el Senado, Mitch McConnell.

Pese a las cuentas de McConnell, las rebajas de impuestos han parecido excesivas a algunos demócratas, que, no obstante, han considerado conveniente darle su apoyo al plan. «Nadie cree que esta ley es perfecta, pero los estadounidenses requieren urgentemente nuestra ayuda», declaró el senador Patrick Leahy.

La Casa Blanca parece satisfecha. «Estoy agradecido de que todo se haya hecho con la urgencia que la situación requiere», declaró Obama tras conocerse el acuerdo en el Capitolio. El presidente considera que cuenta con un arma de suficiente calibre como para producir un impacto en la economía a corto y medio plazo. Ahora llega la hora de utilizarla en un entorno político muy complicado. Obama tiene aún un gran respaldo popular, lo que se traduce en paciencia para esperar soluciones. Pero se enfrenta a una gran reticencia de Wall Street, que quedó decepcionado el martes con el plan de rescate financiero del secretario del Tesoro, Tim Geithner, y sigue sin creer en la política económica de la Administración, y a una fuerte campaña de la extrema derecha, que está alertando en sus radios y medios digitales sobre el avance del comunismo en Estados Unidos. El semanario Newsweek se hacía esta semana eco de esa campaña con un titular en portada que afirmaba: «Ahora todos somos socialistas».

Sin ir tan lejos, McConnell aseguró el miércoles que, con el plan de estímulo, este país iguala a Francia y supera a Alemania en cuanto al porcentaje de gasto público respecto al PIB. Nada más antiamericano, concluyó.

MEDIDAS

· De los 615.000 millones de euros del plan, un 35% es para rebajas fiscales y el resto, para nuevas inversiones (infraestructuras, educación, desempleo…).

· Se caen del plan inicial 23.390 millones de euros para gasto social.

· Se reduce la ayuda fiscal al trabajador a 312 euros por año y se crean deducciones para los salarios más altos.

Rescates Financieros para incompetentes

Paul Krugman
El País. 08/02/2009

Obama sigue su campaña de presión al Congreso por el plan de estímulo.

La noticia en otros webs. Parece que la crisis apenas ha hecho mella en la cultura del exceso de Wall Street

Pregunta: ¿Qué pasa si pierdes cantidades ingentes de dinero de otras personas?

Respuesta: Recibes un gran regalo del Gobierno federal (pero el presidente dice cosas muy duras sobre ti antes de soltar la pasta).

¿Estoy siendo injusto? Eso espero. Pero, ahora mismo, da la impresión de que eso es lo que está pasando.

Para dejar las cosas claras diré que no me estoy refiriendo al plan de la Administración de Barack Obama de estimular el empleo y la producción mediante un gran aumento del gasto federal durante algún tiempo, que es exactamente lo que hay que hacer. De lo que estoy hablando es de los planes de la Administración para rescatar el sistema bancario, planes que están tomando la forma de un ejercicio clásico de socialismo amargo: los contribuyentes pagan la factura si las cosas salen mal, pero los accionistas y los ejecutivos reciben los beneficios si las cosas salen bien.

Cuando leo los últimos comentarios sobre política financiera de algunos altos funcionarios de la Administración de Obama, me siento como si el tiempo se hubiera detenido, como si todavía estuviésemos en 2005, Alan Greenspan aún fuese el maestro y los banqueros todavía fuesen los héroes del capitalismo.

«Tenemos un sistema financiero controlado por accionistas privados y administrado por instituciones privadas, y nos gustaría hacer todo lo posible para preservarlo», dice Timothy Geithner, el secretario del Tesoro, mientras se prepara para hacer que los contribuyentes carguen con el mochuelo de las inmensas pérdidas de ese sistema.

Mientras tanto, un artículo del Washington Post que cita fuentes gubernamentales afirma que Geithner y Lawrence Summers, el principal asesor económico del presidente Obama, «creen que los Gobiernos son malos gerentes bancarios» (a diferencia, se supone, de los genios del sector privado, que se las han arreglado para perder más de un billón de euros en unos cuantos años).

Y este prejuicio a favor del control privado, incluso cuando es el Gobierno quien está poniendo todo el dinero, parece estar pervirtiendo la respuesta de la Administración a la crisis financiera.

Ahora bien, hay que hacer algo para apuntalar el sistema financiero. El caos posterior a la quiebra de Lehman Brothers ha demostrado que permitir que las principales instituciones financieras se hundan puede ser muy perjudicial para la salud de la economía. Y hay varias instituciones importantes que están peligrosamente cerca del abismo.

De modo que los bancos necesitan más capital. En épocas normales, los bancos amplían su capital vendiendo acciones a inversores privados, quienes a cambio reciben una participación en la propiedad del banco. Por tanto, se podría pensar que si ahora los bancos no pueden o no quieren ampliar lo suficiente su capital mediante inversores privados, el Gobierno debería hacer lo que haría un inversor privado: aportar capital a cambio de una parte de la propiedad.

Pero hoy en día las acciones de los bancos valen tan poco -Citigroup y Bank of America tienen un valor de mercado combinado de sólo 40.560 millones de euros-, que la propiedad no sería parcial: inyectar el dinero de los contribuyentes necesario para que los bancos fuesen solventes los convertiría, a efectos prácticos, en empresas de propiedad pública.

Mi respuesta a esta perspectiva es: ¿y? Si los contribuyentes están corriendo con los gastos del rescate de los bancos, ¿por qué no deberían obtener la propiedad, al menos hasta que aparezcan compradores privados? Pero la Administración de Obama parece estar partiéndose la cabeza para evitar este desenlace.

Si las noticias son ciertas, el plan de rescate bancario constará de dos elementos principales: la compra por parte del Gobierno de algunos activos bancarios con problemas y garantías frente a pérdidas causadas por otros activos. Las garantías representarían un gran regalo para los accionistas de los bancos; las compras tal vez no, si el precio fuera justo, pero, según información del Financial Times, los precios probablemente estarían basados en modelos de tasación en lugar de en precios de mercado, lo que significa que el Gobierno les estaría haciendo un gran regalo también con esto. Y, a cambio de lo que probablemente sea una gigantesca subvención para los accionistas, los contribuyentes obtendrán… Bueno, nada.

¿Habrá al menos límites en la remuneración de los ejecutivos, a fin de evitar más timos como los que han enfurecido a la opinión pública? El presidente Obama ha criticado las bonificaciones de Wall Street en su último discurso semanal, pero según The Washington Post, «es probable que la Administración se abstenga de imponer restricciones más duras a las indemnizaciones de los ejecutivos de la mayoría de las empresas que reciban ayuda gubernamental» porque «los límites muy estrictos podrían disuadir a algunas de solicitar la ayuda». Esto indica que las palabras duras de Obama son sólo para aparentar.

Mientras tanto, parece que la crisis apenas ha hecho mella en la cultura del exceso de Wall Street. «Digamos que soy un banquero y que he generado 23 millones de euros. Yo debería recibir parte de ese dinero», comentaba un banquero a The New York Times. ¿Y si eres un banquero y has destruido 23.000 millones? ¡El Tío Sam acude al rescate!

Lo que aquí está en juego es algo más que la imparcialidad, aunque ésta también cuente. Salvar la economía va a ser muy caro: es probable que ese plan de estímulo económico de 800.00 millones de dólares sea sólo un anticipo, y que rescatar el sistema financiero, incluso si se hace bien, cueste cientos de miles de millones. No podemos permitirnos el lujo de despilfarrar el dinero regalándolo como si creciese en los árboles a los bancos y a sus ejecutivos sólo para mantener la ilusión de que son propiedad privada.

Obama puede dividir el mundo

Timothy Garton Ash
El País. 25/01/2009

Tiene muchas posibilidades de renovar la sociedad estadounidense. Pero restaurar el liderazgo de su país en un sistema

internacional multipolar resultará más difícil

La 47ª presidenta juró su cargo en un día inusitadamente cálido para el mes de enero. Gloria Evangelista, la primera hispana y segunda mujer que llega a la presidencia de Estados Unidos, prestó juramento sobre una Biblia en español que sostenía su marido, Victor Chu. La controversia a propósito de los lucrativos contratos de Chu para ejercer presiones en nombre de compañías chinas cayó temporalmente en el olvido. El ex presidente Barack Obama, con el cabello blanco desde los traumáticos últimos meses de su segundo mandato en el puesto, asistía de pie entre su predecesor republicano, George W. Bush, y su sucesora, Kitty McFarlane. Muchos atribuyeron el extraño tiempo en este 20 de enero de 2025 a los efectos del calentamiento global, que la Administración de Obama trató en vano de desacelerar. En su discurso de investidura, pronunciado en parte en inglés y en parte en español, la presidenta Evangelista rindió un empalagoso homenaje a la asociación estratégica entre China y Estados Unidos, conocida coloquialmente como el G-2.

Se han dicho muchas cosas tratando de situar la «histórica» (qué epíteto tan repetido) jornada de investidura de Obama en el largo contexto de la historia de Estados Unidos, pero también debemos examinarla en la perspectiva de un futuro probable. Según la última proyección del Consejo Nacional de Inteligencia estadounidense, «en 2025, el sistema internacional será un sistema multipolar en el que las diferencias de poder nacional entre los países desarrollados y los países en vías de desarrollo serán cada vez menores».

Eso no quiere decir que Estados Unidos vaya a sufrir un declive; significa que otros continuarán ascendiendo. Había casi una nota de melancolía y desafío en la proclamación de Obama durante su toma de posesión: «Seguimos siendo el país más próspero y poderoso de la Tierra», «seguimos siendo…».

En un discurso que fue muy bueno, pero no la pieza de grandeza lincolniana que tanto se ha dicho, Obama se dirigió a su país y al mundo. En mi opinión, triunfó desde el punto de vista retórico; y, en la práctica, puede triunfar con el primero de esos dos públicos, a pesar de todas las dificultades actuales, pero no estoy tan seguro respecto al segundo. Es más, existe cierta tensión poco mencionada entre cómo habla para Estados Unidos y cómo necesita dirigirse al mundo.

El tema central de toda su vida -y de la literatura que sabemos que ha leído con más dedicación, del mejor de sus propios libros (Los sueños de mi padre) y de su mejor discurso hasta la fecha (el discurso sobre la raza en Filadelfia)- ha sido, hasta ahora, la mezcla de múltiples identidades en Estados Unidos, que, por fin, va a sentirse auténticamente unido. No sólo es la apoteosis del sueño americano, sino que se presenta de manera consciente como tal. Promete no sólo trascender, por fin, la contradicción original de Estados Unidos entre libertad y esclavitud, sino también preparar al país para un nuevo orden de diversidad étnica. Su familia inmediata, verdaderamente encantadora, formada por Michelle y dos niñas sonrientes -perdónenme que dedique un momento a deshacerme en elogios-, ya personifica la primera de esas dos cosas. Día sí y día no, tendremos alguna fotografía de la familia negra en esa casa blanca. Y su familia extensa, de una variedad casi enciclopédica, en la que se habla, por lo visto, indonesio, francés, cantonés, alemán, hebreo, suajili, lúo e igbo, representa la segunda faceta.

Como artífice de la palabra, sabe encontrar un lenguaje que evoca esa mezcla norteamericana de lo múltiple y lo único. Con el tiempo, creo que ese sentido de un «nosotros» más amplio podrá liberar una energía humana importante entre los miembros menos privilegiados de la sociedad estadounidense. «Nuestra herencia multicolor es una ventaja, no una debilidad», dijo, y él puede hacer que sea así. Aunque fueron las locuras financieras estadounidenses, tanto públicas como privadas, las que nos metieron en este lío en el que nos encontramos, seguramente Estados Unidos tiene mejores posibilidades que la mayoría de los países europeos para salir de él. Puede que no sea justo, pero ¿quién ha dicho que la vida sea justa? Además, Obama puede aprovechar la oportunidad que le ofrece esta crisis para hacer inversiones transformadoras en energía, educación e infraestructuras.

Es decir, ¿reconstruir Estados Unidos? Sí, puede. No hay nada seguro en esta vida, salvo la muerte y los impuestos, pero tiene una oportunidad bastante buena de lograrlo, sobre todo si obtiene un segundo mandato. Ahora bien, ¿transformar el mundo? En eso soy más escéptico.

Seguramente, las cosas irán mejor que en los últimos ocho años. No es difícil (aparte de ver despedirse a Bush, una de las delicias francamente malvadas del traspaso del martes fue ver al ex vicepresidente Dick Cheney en silla de ruedas, con lo que, por fin, quedó claro su verdadero carácter de Doctor Strangelove).

Obama dijo muchas de las cosas que el mundo desea oír de Washington, y las dijo con su típica elegancia. Habló de «la moderación que deriva de la humildad y la contención». Señaló varias prioridades: luchar contra la proliferación nuclear y el cambio climático, contribuir más al desarrollo en los «países pobres». Hizo una oferta especial al «mundo musulmán»: un nuevo camino hacia adelante «basado en intereses mutuos y mutuo respeto».

El párrafo fundamental fue éste: «Por eso, a todos los demás pueblos y gobiernos que hoy nos contemplan, desde las mayores capitales hasta la pequeña aldea en la que nació mi padre, os digo: sabed que Estados Unidos es amigo de todas las naciones y todos los hombres, mujeres y niños que buscan paz y dignidad, y que estamos dispuestos a asumir de nuevo el liderazgo». Maravilloso; pero la trampa está en el final. Es posible que Estados Unidos esté dispuesto a asumir «de nuevo» el liderazgo, pero ¿y si el mundo ya no está dispuesto a seguirle? ¿Y si cree que Estados Unidos, en los últimos ocho años, ha perdido gran parte de su derecho moral a ejercer ese liderazgo, que ya no tiene el poder que antes tenía y que, de todas formas, nos encaminamos hacia un sistema mundial multipolar, como predice el propio Consejo Nacional de Inteligencia de Washington?

Me llama la atención cuántos pequeños «síes» y «peros» se han oído entremezclados en las acostumbradas palabras de bienvenida de los dirigentes mundiales. La alemana Angela Merkel ofreció unas cálidas y cristianas felicitaciones, pero añadió que «ningún país puede resolver por sí solo los problemas del mundo». Nicolas Sarkozy dijo que «estamos deseando que empiece a trabajar para que, juntos, podamos cambiar el mundo» (es decir, fíjense en que Francia también está dispuesta a asumir de nuevo el liderazgo). Si pasamos a lo que han dicho China, Rusia y un mundo árabe indignado por el silencio de Obama a propósito de Gaza, los peros ya no eran pullas delicadas, sino pesadas cargas de artillería.

Me dirán que precisamente Obama comprende muy bien lo complejo que es el mundo. Creo que es verdad, y ésa es nuestra gran esperanza. Pero, al mismo tiempo, la historia que quiere contar al pueblo norteamericano exige volver a dar brillo a las nociones tradicionales de excepcionalismo, misión y liderazgo de Estados Unidos. El patriotismo estadounidense, unido a esta idea de que tienen una misión de dirigir, es el cemento con el que unirá a esta nación cada vez más dispar. Cuanto más dispar sea, más cemento hará falta. Y no lo hará como algo meramente instrumental. Esta historia y esta misión son dos cosas en las que, me da la impresión, cree verdaderamente; al fin y al cabo, ¿no es su extraordinaria trayectoria personal la prueba tangible de la veracidad de la historia y lo justificado de la misión?

Existe, pues, una tensión entre la visión que ofrece a su propio país del liderazgo kennediano de Estados Unidos en el mundo y lo que el resto del mundo quiere oír o va a estar dispuesto a aceptar. Una tensión, repito, no una clara contradicción. Cómo administrar esa tensión será otro de los numerosos y complejos problemas que va a tener que abordar este todavía joven maestro de la complejidad.

«A PARTIR DE HOY”, DIJO OBAMA. “CADA DEPENDENCIA Y CADA SECRETARÍA DEBERÁN SABER QUE ESTA ADMINISTRACIÓN NO ESTÁ DEL LADO DE QUIENES SE EMPEÑAN EN RETENER INFORMACIÓN, SINO DE QUIENES SE PROPONEN DARLA A CONOCER”

En el primer día, Obama impone rápidamente un nuevo tono. Un nuevo presidente se propone hacer ‘una clara ruptura’. La orden del presidente Obama de congelar los salarios de sus principales funcionarios y la pluma que usó para firmarla.

The New York Times. 01/22/09

Washington.- El presidente Obama se apresuró a imponer nuevos códigos de ética y transparencia del gobierno, al utilizar su primer día completo en el puesto para congelar los salarios de sus principales funcionarios, fijar nuevos límites a los cabilderos y pedir que el gobierno revele más información.

Obama calificó las medidas, que revierten dos políticas de su predecesor, como “una clara ruptura con que las cosas sigan como de costumbre”. Combinadas con el discurso de toma de posesión del martes, el cual repudió las decisiones de la administración Bush en todo, desde la política científica hasta el combate al terrorismo, son otra señal del esfuerzo del nuevo presidente para enfatizar un cambio total en prioridades, valores y tono.

En una ceremonia de toma de posesión de altos funcionarios en el Edificio de la Oficina Ejecutiva Eisenhower, Obama señaló: “Desde hace mucho, ha habido demasiada secrecía en esta ciudad. La transparencia y el imperio de la ley serán las piedras angulares de esta presidencia”.

Luego de que la pompa de las festividades por la toma de posesión quedaran atrás, Obama y su equipo pasaron el miércoles batallando con asuntos tan mundanos como acceder a sus correos electrónicos y entrar a trabajar (al llegar a las rejas del 1600 de la Avenida Pennsylvania el martes en la mañana, algunos descubrieron que carecían de autorización para pasar), y tan serios como la confirmación del Senado de los secretarios del gabinete.

En el Capitolio, Hillary Rodham Clinton fue confirmada como la secretaria de Estado de Obama y aparentemente, el secretario del Tesoro nominado, Timothy Geithner, estaba en camino de serlo.

Las reglas de transparencia y ética fueron impuestas en dos órdenes ejecutivas y tres memorándums presidenciales; Obama los firmó con un ademán de la mano izquierda.

Efectivamente, el nuevo presidente revirtió una política post-9/11 de la administración Bush, que hacia más fácil que las dependencias del gobierno rechazaran solicitudes de historiales bajo la Ley de Libertad de Información, y efectivamente revocó una orden ejecutiva, que permitía que los ex presidentes o sus herederos adujeran privilegios ejecutivos para mantener historiales en secreto.

“A partir de hoy”, dijo Obama. “Cada dependencia y cada secretaría deberán saber que esta administración no está del lado de quienes se empeñan en retener información, sino de quienes se proponen darla a conocer”.

El primer acto de un presidente en el puesto tiene un gran simbolismo. Funcionarios de Obama pasaron semanas debatiendo una variedad de opciones, que incluyeron una orden ejecutiva para cerrar la prisión en la Bahía de Guantánamo, Cuba –decisión que se espera ocurra el jueves–.

En resumen, Obama usó su primer día para enviar dos mensajes que repiten temas de su campaña: primero, que se propone cumplir sus promesas de dirigir un gobierno limpio y abierto; y, segundo, que entiende el dolor que los estadounidenses sienten como resultado de la crisis económica.

Al anunciar la congelación de salarios, Obama efectivamente recortó los de aproximadamente 100 altos funcionarios de la rama ejecutiva, como el asesor en seguridad nacional, el secretario de prensa y el consejero de la Casa Blanca, quienes ganan más de 100 mil dólares al año. “Las familias están apretándose los cinturones y así deberá hacerlo Washington”, dijo Obama.

El nuevo presidente también se apresuró a cumplir su promesa de campaña de acabar con la llamada puerta giratoria, la perdurable práctica de Washington por la cual funcionarios de la Casa Blanca salen al sector privado y explotan financieramente sus conexiones cabildeando a sus antiguos colegas.

En lo que los abogados de la ética-en-el-gobierno describieron como una acción de particular largo alcance, Obama les prohibió a sus funcionarios cabildear a sus ex colegas “mientras yo sea presidente”. También requirió que ex cabilderos que entran a su administración firmen una promesa de rehusarse a participar en decisiones políticas que involucren asuntos que hayan manejado en el sector privado.

Obama: el discurso

Adolfo Sánchez Rebolledo
La Jornada. 22/01/2009

Obama pronunció un discurso severo, más racional que emotivo, alejado de la brillantez oratoria que le abrió el camino de la victoria. Fue una llamada en tono de alerta, el reconocimiento explícito de que no se deben esperar milagros ante una crisis que puede empañar los mejores sueños. No hubo promesas o palabras suaves para mitigar la incertidumbre o el temor de las bolsas; ni regodeo sobre la debacle dejada por su antecesor, un espectro que se desvanece hacia la nada. Frente al entusiasmo delirante de millones de personas –esa legitimidad movilizada que alienta las grandes sacudidas históricas–, Obama fue claro y exacto: “Lo que los cínicos no entienden es que el suelo se les ha movido, que los argumentos políticos desgastados que nos han consumido por tanto tiempo ya no se aplican”. Se puede decir con más brillo, pero no con tanta claridad. “El mundo ha cambiado y nosotros debemos cambiar con él”, insistió. Hoy, como escribió David Brooks en el New York Times, es claro que el impulso de cambio viene de lejos, como reacción al individualismo feroz y a los valores asociados al neoconservadurismo neoliberal, a la pérdida del sentido comunitario y la cohesión social y que Christofer Lascha llama la “cultura del narcisismo”.

El arribo de un afroestadunidense a la Casa Blanca es un hecho de la mayor trascendencia, pero suele olvidarse la lección elemental que lo acompaña: en una sociedad diversa y cambiante sólo un político distinto podía hacer la diferencia, unir al electorado joven e inconforme con las víctimas de la irresponsabilidad de sus gobiernos. Sin embargo, éste no ofrece un programa ideológico acabado, sino un viraje fundado en una nueva moral pública, en una combinación de realismo y esperanza y, al final, en un cambio de política cuyos alcances están desde ahora condicionados por la crisis: “La gente ha perdido hogares, empleos, negocios, nuestro servicio médico es muy costoso y cada día trae más evidencia de que la forma en que utilizamos la energía fortalece a nuestros adversarios. Éstos son los indicadores de la crisis, sujetos de datos y estadísticas; menos medible, pero no menos profunda es la falta de confianza en nuestra nación, un temor de que la declinación de Estados Unidos es inevitable y que la próxima generación debe reducir sus expectativas. Hoy los retos que enfrentamos son reales y son muchos…”

Obama se tomó tiempo para insistir en el llamado a la conciencia de los ciudadanos como una fuerza transformadora; en la defensa de la solidaridad alumbrada por valores como la honestidad, el trabajo duro, el coraje, la justicia, la tolerancia, la curiosidad, la lealtad y el patriotismo. “A partir de hoy debemos levantarnos, desempolvarnos y comenzar a trabajar para rehacer Estados Unidos.” La práctica decidirá si esas palabras son generalidades, retórica, mas por lo pronto han servido para convocar a un movimiento de masas sin precedente en la historia reciente de Norteamérica.

En el contexto del discurso sobresalen algunas puntualizaciones de mayor calado. La primera se refiere al binomio Estado/mercado, dogma si los hay de la ideología dominante. Dijo Obama: “La pregunta que nos hacemos hoy no es si el gobierno es muy grande o muy pequeño, sino si acaso trabaja, si ayuda a las familias a encontrar empleos decentes, le da el cuidado que necesita, una jubilación digna… Tampoco la pregunta es si el mercado es una fuerza para el bien o el mal, es un poder para generar riqueza y libertad incomparable. La crisis nos debe recordar que si no hay un ojo vigilante, el mercado puede salirse de control y una nación no sólo puede prosperar en favor de los más prósperos”.

Y tan significativa como las anteriores es la afirmación de que no basta “el tamaño del producto interno bruto” para medir la prosperidad del país más rico de la Tierra. Claro que Obama piensa en remozar el capitalismo, no en enterrarlo, pero al igual que otros reformadores del pasado cree posible y necesario sujetarlo al cumplimiento de objetivos humanos, sociales. Ésa es la gran apuesta que aún no comprenden sus “aliados” que ven la crisis (y el triunfo de Obama) como un accidente grave pero salvable sin una modificación sustantiva del “sistema”. Finalmente, al hablar por primera vez como presidente, Obama hizo una declaración clave: “En cuanto a nuestra defensa común rechazamos la falsa premisa de que hay que escoger entre la seguridad y los ideales”, punto de partida de una rectificación de la postura estadunidense en su papel de guardián del orden internacional. Los escépticos ya saben que Obama fracasará porque, dicen, el imperialismo –con su trama de intereses– no desaparecerá, pero ésa es una visión mecánica y reduccionista que no toma en cuenta los intereses, la voluntad y la acción de los ciudadanos del mundo.

A muchos preocupa que el entusiasmo se troque muy pronto en desilusión, como si Obama hubiera ofrecido solucionar de golpe todos los problemas. El problema existe, pero no está solo en las abultadas expectativas de la gente. Enfrentar la crisis, según la visión delineada por él, supone un cambio mayor en la distribución del poder dentro y fuera de la sociedad estadunidense, esto es, un ajuste de gran envergadura y no un afeite cosmético. Y eso será lo difícil.

Lamentablemente, entre nosotros, comenzando por el gobierno, se espera, en efecto, el milagro de la recuperación económica del vecino sin asumir la complejidad del cambio de paradigma, para decirlo con la frase hecha. No ven que nuestra relación bilateral será distinta en la medida que México –y el resto de los países del sur– tengan un proyecto propio, esto es, una ruta que seguir en la defensa de sus intereses que no son idénticos a los de Estados Unidos, como lo prueba la historia. México no es sólo comercio, migración o narcotráfico, como suele olvidarse.

Incluso los menos pulcros imitadores de la democracia imperial sacarían mejor provecho de su ejemplo si aceptaran que incluso allí, sin embargo, el mundo se mueve. Como siempre.

Obama, ojalá…

Raúl Trejo Delarbre
EMEEQUIS

Cambio es la palabra que sintetizó el espíritu predominante en la toma de posesión de Barack Obama. Sin embargo ese vocablo apareció solamente dos veces en su primer discurso como presidente de Estados Unidos. En contraste con la retórica magnética que desparramó durante su campaña, en el mensaje que leyó el martes 20 en las escalinatas del Capitolio y delante de una multitud inédita Obama jugó poco con las palabras.

Al grano: esa debe haber sido la instrucción que Obama le dio a Jon Favreau, el joven de 27 años que le escribe sus discursos. La elegancia de la sobriedad –pocas metáforas, en busca de claridad– en este caso tuvo además el infrecuente mérito político de decirle a las cosas por su nombre.

“Nuestra economía está seriamente debilitada como consecuencia de la avaricia y la irresponsabilidad en parte de algunos, pero también de nuestro fracaso colectivo para tomar elecciones difíciles”, dijo. En una frase el nuevo presidente censuró con elegancia a su antecesor, George Bush, y a quienes junto con él permitieron que los desajustes y la especulación financieros crecieran hasta originar la crisis que está asolando las economías de todo el mundo. Y como no se trataba de estancarse en reproches sino de mirar hacia adelante, Obama insistió en que se deben asumir decisiones. El eje conceptual de su estrategia es la articulación de un Estado capaz de enfrentar la crisis.

Obama no se enredará en discusiones acerca de las dimensiones del Estado. Más bien se preocupará por lo que dicho Estado –y su brazo ejecutivo, el gobierno– sea capaz de hacer. Fue claro cuando dijo: “La pregunta que nos hacemos hoy no es si el gobierno es demasiado grande o pequeño sino si trabaja, si ayuda a las familias a encontrar empleos con un salario decente…”. Si la eficiencia dará la medida del Estado, Obama tendrá que reforzar la política social y recortar redundancias y dispendios.

Así también, respecto de la economía, precisó: “Ni tampoco la pregunta que enfrentamos es si el mercado es una fuerza para bien o para mal. Su poder para generar riqueza y expandir la libertad es insustituible, pero esta crisis nos ha recordado que sin un ojo vigilante el mercado se puede salir de control…”

No arriesgó compromisos con metas ni cifras puntuales. Pero deja ver una idea distinta a la hasta ahora preponderante acerca de las funciones del Estado en la conducción de la economía. La posibilidad de responder sin demasiadas decepciones a la enorme confianza que ha suscitado su llegada a la Casa Blanca, depende en buena medida de la capacidad que tenga para restablecer un Estado benefactor.

No se trata, desde luego, del Estado omnipresente que tan dolorosas consecuencias ha tenido en los regímenes totalitarios, ni del Ogro Filantrópico que tan agudamente describió Octavio Paz para referirse al autoritarismo priista en México. Un Estado moderno tiene que reconocerse como promotor del crecimiento, componedor en los conflictos y redistribuidor de la riqueza.

Habrá que apreciar de qué manera, y en qué medida, el esperanzador Obama logra sortear la incómoda distancia que siempre hay entre los dichos y los hechos. Pero el reconocimiento que hoy se hace en Washington acerca de la emergencia económica y del papel necesario e intenso del Estado, no parece trastornar las apreciaciones complacientes y en buena medida pachorrudas del gobierno mexicano acerca de nuestras propias crisis.

Al presidente Calderón y su administración, les sigue pareciendo que los desequilibrios que ya se experimentan en la economía están sobredimensionados. No han considerado necesario convocar a la sociedad a un auténtico compromiso para guarecernos de la crisis. Y no deja de ser preocupante, porque por muchas expresiones que haya de religiosidad y resignación como las que nuestro presidente se empeña en ofrecerle al poder eclesiástico, las oraciones y la fe no serán suficientes para que la economía produzca ni para ofrecerle certezas a la sociedad.

Obama también hace invocaciones religiosas en sus discursos, pero en un contexto distinto al mexicano. Allá el presidente jura su cargo con la mano sobre la Biblia. Aquí, hemos tenido suficientes razones para construir y preservar un Estado laico. En Estados Unidos, Obama habla de Dios como parte de la retórica para dirigirse a la gente. En México, Calderón lo hace para congraciarse con los jerarcas eclesiásticos.

Es enorme la esperanza que suscita Obama. Digamos en español, con una palabra de raíces árabes: ojalá (oh, Alá) le vaya bien.

Discurso Barack Obama

Ofrecemos, en español, el discurso íntegro del Presidente de los Estados Unidos, Barack Obama en su toma de posesión del 20 de enero del 2009. (Tomado de El Universal, México, 20/01/09)

«Queridos Ciudadanos:

«Estoy aquí hoy con la humildad de la tarea que tenemos ante nosotros, agradecido por la confianza que me han depositado, consciente de los sacrificios de nuestros antepasados.

responsabilidad y de nuestros antepasados.

«Le agradezco al presidente George Bush por sus servicios a nuestra nación, así como pos la generosidad y cooperación que ha demostrado en estar transición.

«Cuarenta y cuatro estadounidenses han juramentado para ser presidentes, las palabras se han dicho en tiempos de prosperidad y de paz, pero de tanto en tanto el juramento se produce en medio de nubarrones y de tormentas.

«En estos momentos EU no solamente ha seguido adelante por la visión del liderazgo, sino porque nosotros, el pueblo, hemos mantenido la fidelidad a los ideales de los próceres y la fe en nuestros documentos fundamentales, así tiene que ser con esta generación de estadounidenses, que estamos en medio de crisis que no entienden cabalmente.

«Nuestra nación está en guerra contra una vasta red de violencia y odio, nuestra economía está muy debilitada debido a la irresponsabilidad de algunos, pero también por que no tomamos decisiones firmes para preparar a nuestra nación para una nueva era.

«La gente ha perdido hogares, empleos negocios, nuestro servicio médico es muy costoso y cada día trae mas evidencia en que la forma en que utilizamos la energía fortalece a nuestros adversarios .

«Estos son los indicadores de la crisis, sujetos de datos y estadísticas, menos medible, pero no menos profundo es la falta de confianza en nuestra nación un temor de que la declinación de EU es inevitable y que la próxima generación debe reducir sus expectativas, hoy los retos que enfrentamos son reales a son muchos, que no se van a encerar con facilidad o en corto tiempo pero, sepan esto estadounidenses van a ser encarados.

«Este día nos reunimos porque hemos decidido optar por la esperanza sobre el miedo, en la unidad de propósitos sobre el conflicto y la discordia, en este día queremos proclamar el fin de los reclamos mezquinos y las falsas promesas, las recriminaciones y los dogmas desgastados que por mucho tiempo han estrangulado a nuestra política, seguimos siendo una nación joven, pero como dice la escritura, ha llegado el momento de reafirmar nuestros espíritu perdurable, des escoger lo mejor de muestra historia y avanzar con este don, esta idea noble pasada de generación en generación la promesa divina de que todos somos iguales, libres y merecemos la oportunidad de buscar la felicidad.

«Al reafirmar la grandeza de nuestra nación entendemos que la grandeza no es un regalo absoluto. Debe ganarse. Nuestro viaje nunca ha sido uno de atajos o de conformismos, no ha sido un camino para los débiles, para los que prefieren el placer al trabajo o que buscan solo los placeres de la riqueza y la fama, han sido los ambiciosos, aquellos que hacen cosas, los que corren riesgos, algunos conocidos, en su mayoría gente desconocida que han avanzado por esta difícil senda hacia la prosperidad y la libertad, por nosotros ellos reunieron sus pocas posesiones y cruzaron océanos buscando una nueva vida, por nosotros ellos trabajaron en fábricas, conquistaron el Oeste, se aguantaron las dificultades. Por nosotros lucharon y murieron en lugares como Concorde y Kenninsburg. Norman Diaz y Key Sand.

«Una y otra vez estos hombres y mujeres lucharon y se sacrificaron y trabajaron hasta que sus manos sangraban para que tuviéramos una vida mejor. Ellos vieron a Estados Unidos como algo más grande que la suma de nuestra ambiciones y debilidades, más grande que las diferencias provenientes del nacimiento y de la riqueza. Este es el viaje en el que estamos hoy.

Seguimos siendo la nación más próspera y poderosa del mundo. Nuestros trabajadores no son menos productivos que cuando empezó la crisis. Nuestra mente no es menos creativa. Nuestros bienes y servicios no son menos necesarios que hace una semana, un mes o un año. Nuestra capacidad se mantiene, pero el momento de quedarnos observando, de proteger intereses mezquinos, ese tiempo ha pasado.

«A partir de hoy debemos levantarnos, desempolvarnos y comenzar a trabajar para rehacer a Estados Unidos.

«Donde quiera que miremos hay trabajo por hacer. El estado de la economía demanda acciones audaces y vamos a actuar no sólo para crear nuevos empleos sino para asentar los fundamentos del crecimiento.

«Construiremos las carreteras y los puentes, las redes eléctricas y líneas digitales que alimentan nuestros comercios, reestableceremos la posición que le corresponde a la ciencia y usaremos las maravillas de la tecnología para mejorar el cuidado médico y disminuir sus costos. Aprovecharemos los recursos del Sol y el viento para movilizar nuestras fábricas y autos y transformaremos las escuelas y universidades para atender la demanda de la nueva era.

«Podemos hacerlo y esto es lo que vamos a hacer.

«Algunos cuestionarán la escala de nuestras ambiciones, les sugerimos que nuestro sistema no puede tolerar demasiados planes. Ellos tienen una memoria corta, porque han olvidado lo que este país ya ha hecho, lo que hombres y mujeres libres pueden lograr cuando la imaginación y el propósito común se unen y la necesidad y el coraje.

«Lo que los cínicos no entienden es que el suelo se les ha movido, que los argumentos políticos desgastados que nos han consumido por tanto tiempo ya no se aplican. La pregunta que nos hacemos hoy no es si el gobierno es muy grande o muy pequeño, sino si acaso trabaja, si ayuda a las familias a encontrar empleos decentes, le da el cuidado que necesita, una jubilación digna. Si la respuesta es sí, seguiremos adelante, cuando la respuesta sea no, los programas se acabarán y aquellos que manejamos el dinero público tendremos que responder para usarlo de manera sabia, reformar los malos hábitos y sólo así podremos reestablecer la confianza vital entre el pueblo y su gobierno.

«Tampoco la pregunta es si el mercado es una fuerza para el bien o el mal, es un poder para generar riqueza y libertad incomparable. La crisis nos debe recordar que si no hay un ojo vigilante, el mercado se puede salirse de control y una nación no sólo puede prosperar en favor de los más prósperos. El éxito de nuestra economía siempre ha dependido no solo del tamaño de nuestro Producto Interno Bruto, sino por el alcance de nuestra prosperidad, nuestra habilidad de extender oportunidades a cada uno. No por caridad si no porque es el camino más seguro al bien común.

«En cuanto a nuestra defensa común rechazamos la falsa premisa de que hay que escoger entre la seguridad y los ideales. Nuestros próceres se enfrentaron a peligros que no podemos ni siquiera imaginar. Ellos pasaron una senda para asegurar el imperio de la ley y los derechos del hombre expandiéndola con la sangre de generaciones. Esos ideales siguen iluminando el mundo y no vamos a renunciar a ellos solamente por celeridad, así que a todos los otros pueblos y gobiernos que nos observan hoy desde las grandes capitales a los más pequeños pueblos, como aquel en que nació mi padre, sepan que Estados Unidos es una amiga de cada nación, de cada hombre mujer y niño que quiere un futuro de paz y dignidad y estamos listos para retomar el liderazgo.

«Las generaciones que nos precedieron enfrentaron el fascismo y el comunismo no sólo con mísiles y tanques sino con firmes alianzas y convicciones, entendieron que nuestro poderío por sí solo no podía protegernos ni nos daba el derecho de hacer lo que nos daba en gana, en lugar de eso vieron que nuestro poder crecía gracias a su uso prudente, nuestra seguridad se derivaba de la justicia de nuestra causa, la fuerza de nuestro ejemplo y la templanza de nuestras cualidades de humildad y comedimiento.

«Somos los defensores de este legado guiados por estos principios podemos encarara esas amenazas que requieren un mayor esfuerzo, más cooperación y entendimiento entre las naciones, comenzaremos de manera responsable dejando a Irak en manos de su pueblo y para consolidar la paz en Afganistán con viejos amigos y enemigos, trabajaremos incansablemente para reducir la amenaza nuclear y el fantasma de un planeta en calentamiento, no vamos a disculparnos por nuestro estilo de vida ni vamos a doblegarnos en su defensa, lo que les decimos es que nuestro espíritu es fuerte y no va a ser quebrantado, ustedes no van a durar más que nosotros y los vamos a derrotar.

«Porque sabemos que nuestro legado es de fortaleza y no de debilidad somos una nación de cristianos y musulmanes, judíos, hindúes y no creyentes, nos ha conformado cada lenguaje y cultura, hemos derivado lesiones de cada rincón del mundo y hemos conocido la amargura de la guerra civil y la segregación, y hemos salido de esos capítulos oscuros más fuertes y unidos y no podemos dejar que los odios del pasado simplemente se esfumen.

«A medida que nuestro mundo se hace más pequeño nuestra humanidad debe relevarse y Estados Unidos debe abrir paso a una nueva época de paz.

«Al mundo musulmán buscamos una nueva forma de avanzar basada en intereses mutuos y respeto mutuo, a aquellos líderes que quieren sembrar conflicto o culpar de sus problemas a Occidente sepan que su gente los va a juzgar no por lo que han construido, sino por lo que han destruido.

«A aquellos que se aferran al poder mediante la corrupción y el engaño y tratando de silenciar la disensión, sepan que están del lado equivocado de la historia, pero les vamos a tender la mano si están dispuestos a abrir el puño.

«A la gente de pueblos pobres les prometemos trabajar con ustedes para que sus granjas prosperen y tengan agua limpia, para ayudar a la gente con hambre y a las mentes con hambre, a aquellas naciones, como la nuestra, que tienen cierto grado de bienestar les diremos no podemos dejarnos llevar por la indiferencia por los que sufren fuera de nuestras fronteras, el mundo ha cambiado y nosotros debemos cambiar con él.

«Al considerar el camino que tenemos frente a nosotros recordamos con humilde gratitud a los valerosos estadounidenses que a esta hora patrullan desiertos y montañas lejanas, ellos tienen algo que decirnos como los héroes caídos que yacen en Arlington, los honramos no sólo porque son los guardianes de nuestra libertad sino porque representan el espíritu de servicio, una disposición a encontrar significado en algo más grande que ellos mismos y en este momento, un momento que va a definir a una generación es precisamente este espíritu el que debe embargarnos a todos, porque por todo lo que pueda hacer un gobierno y deba hacer, en última instancia es la fe y determinación del pueblo estadounidense en lo que depende esta nación.

«Es la generosidad para atender a un extraño, la generosidad de trabajar y es optar por perder unas horas antes que ver a un amigo desempleado, es el coraje de un bombero para entrar por una escalera llena de humo pero de un padre dispuesto a orientar y cuidar a su hijo, eso es lo que decide nuestro futuro, nuestros retos pueden ser nuevos, los instrumentos con los que nos enfrentamos pueden ser nuevos, pero esos valores de los que dependen nuestro éxito honestidad, trabajo duro, coraje, justicia, tolerancia, curiosidad, lealtad y patriotismo.

«Estas son cosas inmanentes, estas cosas son ciertas, han sido la fuerza del progreso a lo largo de nuestra historia lo que hace falta entonces es volver a estos fundamentos, lo que se requiere de nosotros es una nueva era de responsabilidad, un reconocimiento de parte de cada estadounidense de que tenemos responsabilidades con nosotros, con la nación y el mundo, responsabilidades que no aceptamos a regañadientes sino con gusto, sabiendo que nada es más satisfactorio para el espíritu y definitorio de nuestro carácter que el entregarnos por entero a una tarea difícil, este es el precio y la promesa de la ciudadanía, esta es la fuente de nuestra confianza.

«El saber que Dios nos ha pedido que le demos forma a nuestro destino, este es el significado de nuestra libertad y nuestro credo, cuando hombres y mujeres y niños de cada raza y de cada fe pueden unirse en esta alameda nacional y porque un hombre cuyo padre salió hace menos de 60 años y quién trabajaba en un restaurante, está ahora con ustedes para asumir este importantísimo cargo.

«Así que marquemos este día con el recuerdo de quiénes somos y cuánto hemos recorrido, en el año en que nació nuestro país, en los meses más frías, una pequeña banda de patriotas reunidos frente a fogatas, frente a un río congelado, la capital había sido abandonada, el enemigo avanzaba y la nieve estaba salpicada de sangre, en el momento en el que el futuro de la revolución estaba dudoso, el padre de nuestra nación ordenó que estas palabras fueran leídas a la gente: “Digámosle a los pueblos de futuro que en medio del invierno cuando nada podía sobrevivir que no fueran la esperanza y la virtud en la ciudad y en el país, frente a un peligro común, salimos al frente”.

«Estados Unidos de cara a este invierno de dificultades recordemos estas palabras eternas, con esperanza y virtud encaremos una vez más las corrientes congeladas y aguantemos lo que nos traiga la tormenta, que nuestros hijos y nuestros nietos digan que cuando nos sometieron a la prueba nos negamos a claudicar, no volvimos la espalda y no fracasamos y que con los ojos en el horizonte y la gracia de Dios con nosotros, avanzamos con el don de la libertad y se los entregamos a salvo a generaciones futuras.

«Gracias Dios los bendiga y que Dios bendiga a los Estados Unidos.»

«Me siento abrumado por los retos que nos aguardan»

John Harwood
11/01/2009

En vísperas de su toma de posesión como presidente de Estados Unidos, Barack Obama rechaza los excesos de confianza, pero apuesta por medidas audaces para «evitar lo peor». En la entrevista, concedida el miércoles 11 de enero al New York Times y publicada el 11 en El País, Obama repasa los principales ‘puntos calientes’ de su programa económico.

«Hay consenso entre economistas sobre la necesidad de un plan de recuperación»

«Voy a mantener una comunicación regular con los actores del mercado»

«Wall Street no ha funcionado como debía y tampoco el sistema regulador»

«Quiero poder tener una relación real con la gente de fuera de la Casa Blanca»

«Vigilaremos que las normas se cumplan, la supervisión y la transparencia»

«Mi actitud con los recortes fiscales y la inversión es que sea dinero bien gastado»

Pregunta. Una de las cosas a las que más dinero va a destinar en cuanto tome posesión de su cargo de presidente es al paquete de estímulos económicos. Alrededor de 775.000 millones de dólares, según parece.

Respuesta. En efecto.

P. Sus asesores repiten que el peligro es quedarse cortos en la financiación de esos estímulos, no pasarse…

R. Sí.

P. Entonces, ¿por qué 775.000 millones? ¿Por qué no llegar a los 1,2 billones de dólares como han recomendado algunos economistas? ¿Cree que la cifra del billón de dólares tiene demasiada carga política para rebasarla? ¿O que un mayor gasto sólo beneficiaría a grupos especiales, en lugar de servir de estímulo? ¿O cree que ha descubierto exactamente el volumen de estímulo que se necesita?

R. En primer lugar, hay que resaltar que todos los economistas, tanto conservadores como progresistas, están de acuerdo hoy en que necesitamos un plan de recuperación importante para ayudar a poner en marcha de nuevo la economía, que a corto plazo va a costar mucho dinero, pero que siempre será mucho menos que el que nos supondría el dejar que la economía prosiga en la espiral de deterioro que ha emprendido. Hemos visto cantidades que van desde los 800.000 millones hasta 1,3 billones, y nuestra postura es que, dado cómo es el proceso legislativo, es mejor comenzar por abajo y ver cómo evoluciona la situación. Estamos preocupados…

P. Van a aumentar las dotaciones.

R. No lo sabemos todavía. Lo que nos preocupa ahora es asegurarnos de que el dinero se gaste con prudencia, que esté supervisado, que haya transparencia. Vamos a emplear este dinero para dar un impulso temporal a la economía, para crear o salvar tres millones de puestos de trabajo, pero también para hacer los pagos iniciales de cosas que se deberían haber hecho en los últimos decenios y que pueden ayudar a crear una economía más competitiva en Estados Unidos.

Ejemplos: asegurarnos de multiplicar por dos las energías alternativas y hacer que nuestros edificios y nuestros transportes sean mucho más eficientes, asegurarnos de reducir el coste de la sanidad mediante el empleo de tecnologías de la información sobre salud, construir unas escuelas de primera categoría para que nuestros hijos se beneficien de ellas y puedan competir en la economía mundial. Es decir, lo que queremos hacer es asegurarnos de que todo el dinero se gaste, primero, en crear empleo, en estabilizar la economía, pero también que se utilice con prudencia para que, cuando salgamos de esta racha en la que estamos, podamos ver una economía más fuerte, mejor, más eficaz.

P. Se han mencionado muchos paralelismos entre usted y John F. Kennedy, que también hizo historia, llegó con una familia joven y atractiva, como la suya, y reunió a un montón de cerebros de Harvard al comenzar su mandato.

R. Es verdad.

P. Durante los años sesenta aprendimos que los mejores y más brillantes no siempre aciertan.

R. Hay que tener cuidado con esos tipos de Harvard. Se quedan siempre contigo.

P. ¿Hasta qué punto confía en que su plan va a funcionar, y cómo evita el peligro de creérselo demasiado?

R. Creo que la estrategia que hemos adoptado es no hablar sólo con los de siempre, sino también con personas que tradicionalmente no están de acuerdo conmigo. Cuando hay antiguos asesores económicos de Ronald Reagan, antiguos asesores económicos de John McCain y antiguos asesores económicos de George Bush que dan consejos similares a los de los asesores de Bill Clinton y Jimmy Carter, da la impresión de que existe cierto consenso en todo el espectro político.

Las cosas no van a solucionarse de la noche a la mañana. Es una situación difícil y sabemos que, por mucho que hagamos en materia de reinversión y recuperación, vamos a tener que hacer otras cosas para mejorar la economía. Una de las cosas fundamentales será reformar el modo de funcionamiento de nuestros sistemas financieros. Necesitamos que el crédito vuelva a circular. Eso significa restablecer la confianza, restaurar la transparencia del sistema. Significa reformar por completo nuestros marcos reguladores, y ése será un gran paquete de medidas que daré a conocer durante los próximos meses. Significa que tenemos que abordar con mucha más seriedad la crisis inmobiliaria y estabilizarla. Significa que vamos a tener que pensar en cómo abordar la responsabilidad fiscal.

Por eso he anunciado hoy la designación de un supervisor que llevará a la práctica mi compromiso de campaña de examinar el presupuesto federal partida por partida, página a página, para ver qué programas funcionan y cuáles no y eliminar los que no estén funcionando y mejorar el rendimiento de los que tenemos. Es decir, se trata de un ataque en muchos frentes contra la tremenda crisis que estamos viviendo.

El objetivo a largo plazo es asegurarnos de que estamos salvando y protegiendo puestos de trabajo, que las empresas y las familias estadounidenses pueden volver a beneficiarse de los créditos. No quiero intensificar la intervención del gobierno a largo plazo. Preferiría que fuera el sector privado el que estuviera haciendo todo esto. Pero tengo la impresión de que existe un consenso, incluso entre gente que no lo manifestó así con su voto, de que necesitamos emprender medidas audaces para evitar que ocurra lo peor.

P. ¿Le preocupa pecar de exceso de confianza?

R. No, me siento abrumado por los retos que nos aguardan. En lo que sí tengo confianza es en que sé escuchar, se me da bien sintetizar los consejos que me llegan desde puntos de vista muy distintos y desde luego vamos a tomar las mejores decisiones posibles desde la perspectiva de beneficiar al ciudadano de la calle.

P. Ayudas al ciudadano de la calle y a sectores como el automóvil, los seguros y el financiero como las que se han dado en los últimos tiempos… ¿Cuándo cree que llegará el momento de empezar a pensar en la responsabilidad fiscal a largo plazo?

R. Lo primero, decir que no vamos a hacer una cosa después de otra, sino que vamos a seguir vías paralelas. Voy a elaborar un presupuesto que se presentará al Congreso en febrero y ese presupuesto incluirá proyecciones a medio y a largo plazo, además de las más inmediatas, de las previstas para el corto plazo.

P. ¿No le preocupa el incremento que estas medidas van a aportar a un déficit que ya es muy elevado?

R. Sí, sin duda. Pero lo que me interesa destacar es que no vamos a esperar hasta dentro de dos años y entonces empezar a preocuparnos de lo que vamos a hacer con el déficit. Queremos ver qué podemos hacer ahora y empezar a invertir la tendencia hacia un déficit menor. Mi principio esencial es que cuando empecemos a ver que el sector privado vuelve a prestar dinero, que el crédito empieza otra vez a circular hacia las familias y las empresas, cuando veamos que pueden obtener préstamos para comprar el coche, respaldar las hipotecas, y que el mercado de trabajo se ha estabilizado, entonces estaremos dispuestos a retirarnos. Y por eso va a ser muy importante vigilar con atención los progresos que hagamos.

Pero debe quedar claro que los cálculos más precisos de los que disponemos en estos momentos dicen que, pese a todo el enorme esfuerzo que vamos a hacer, la perspectiva de desempleo va a seguir siendo muy alta. Salvo que no será de dobles cifras, como podría ser si no hiciéramos absolutamente nada. Y quizá tenga que pasar la mayor parte del próximo año antes de que la economía empiece a recuperar el rumbo debido.

P. ¿Crecerá la economía de EE UU en la segunda mitad de 2009?

R. Bueno, no tengo una bola de cristal. Pero hay algo de lo que estoy seguro. Si no hacemos nada, las cosas irán mucho, mucho peor. Con el plan que tenemos, saldremos mejor parados que sin él. Y tengo confianza en que podemos crear o salvar tres millones de puestos de trabajo. Ya hemos perdido por lo menos dos. Y, si empezamos a ver la pérdida de tres, cuatro, cinco millones más el próximo año, ésta será una crisis como no hemos visto desde hace mucho, así que vamos a cortarla de raíz.

P. En junio dijo que quizá estaría dispuesto a aplazar algunos aumentos fiscales que había propuesto como respuesta a las actuales circunstancias económicas.

R. Sí.

P. Sabemos que tiene previstos 300.000 millones de dólares, más o menos, de recortes fiscales…

R. Sí.

P. Lo dice en su programa económico, pero ahora admite que está dispuesto a no revocar rápidamente los recortes fiscales del presidente Bush para personas que ganan más de 250.000 dólares y que va a dejar que expiren, en 2010, esas reducciones.

R. La verdad es que no puedo darle una respuesta clara e inmediata a lo que plantea. Lo que he dicho es que me preocupa menos que se haga la revocación de esas medidas este año o el que viene. Lo que me preocupa de verdad es el principio básico de que debemos restablecer el equilibrio y la justicia en el sistema fiscal. Y por eso hemos incluido en nuestro paquete una serie de recortes fiscales selectivos. El 95% de las familias trabajadoras obtendría un respiro fiscal. Queremos descubrir otras formas de llevar más deprisa ese dinero a los bolsillos de la gente, sin tener que esperar hasta que presenten su declaración el año que viene, porque, si no, no servirá de estímulo como pretendemos. Pero también queremos estar seguros de vigilar el déficit. Y en cuanto a las personas como usted y como yo, que ganamos más de 200.000 o 250.000 dólares al año, creemos que los recortes fiscales de Bush eran innecesarios, creemos que siguen siendo innecesarios, y vamos a asegurarnos de que no formen parte de nuestras leyes fiscales a largo plazo.

P. No sé qué quiere decir deprisa, pero da la impresión de que no va a tratar de conseguir la revocación acelerada este año.

R. Todavía no he tomado una decisión definitiva. Entrará en nuestras consultas con el Congreso.

P. Querría que me hable de la colaboración entre los dos partidos. Parece que hay, al menos por el momento, un nivel de diálogo diferente al que hemos visto otras veces entre ellos. ¿Hasta qué punto es importante para usted el bipartidismo en sí? Es decir, ¿estará dispuesto a aceptar ideas del otro lado del hemiciclo, aunque no le parezcan tan buenas como otras a las que podrían sustituir?

R. Sí.

P. ¿Sólo para tener un consenso más amplio y no limitarse a aprobar un paquete con el voto de tres o cuatro republicanos?

R. Claro. Lo más importante es qué es lo que ayuda a que las cosas salgan adelante. Ése es el prisma que aplico a todo. ¿Está creando o salvando tres millones de puestos de trabajo? ¿Estamos preparando el terreno para la independencia energética o reduciendo nuestros costes sanitarios, que va a ser un aspecto clave para abordar nuestro déficit a largo plazo? ¿Estamos creando un sistema educativo de primera categoría? Ésa es mi primera prioridad. No creo que el Partido Demócrata tenga el monopolio de las buenas ideas. Creo que los republicanos tienen mucho que ofrecer. Y lo que voy a hacer es escuchar y aprender de mis colegas republicanos. Y siempre que logren convencerme de que es algo que va a beneficiar a los estadounidenses. Que no se les haya ocurrido a los demócratas y sean los republicanos los que lo estén promoviendo, no es una buena razón para no hacerlo.

Ahora bien, habrá ocasiones en las que no vamos a estar de acuerdo. Y, si alguien me presenta un plan y lo defiende por motivos ideológicos pero no me puede convencer de que va a ser verdaderamente positivo para la economía, entonces no lo haremos. Y habrá ocasiones en las que tendremos disputas. Pero yo no voy a buscar pelea, y sí voy a buscar toda la cooperación posible, y estoy abierto a cualquier idea que me presenten.

P. ¿Cree que la parte de su plan que afecta a los recortes fiscales se extenderá en las consultas con los republicanos del Congreso, cuando intente obtener más apoyos para su programa?

R. La actitud que voy a tener respecto a los recortes fiscales es la misma que aplico al paquete de inversiones. Es decir, ¿es dinero bien gastado? Es dinero de los contribuyentes, que va a contribuir al déficit a corto plazo. Y, si no podemos justificarlo, entonces no vamos a gastar decenas o cientos de miles de millones de dólares sólo para que alguien esté contento, si no va a ser bueno para la economía. Ésa es la regla que voy a aplicar a todo.

P. Existe un consenso de que la vivienda es la raíz de los problemas económicos que ahora sufrimos.

R. Sí.

P. Su equipo ha indicado que Sheila Bair va a permanecer al frente de la FDIC

[Corporación Federal de Seguros de Depósitos]. ¿Qué va a proponer aparte del plan que ha presentado ella para intentar mitigar las ejecuciones hipotecarias? Y, cuando lo proponga, ¿cree que la máxima prioridad será volver a estimular la compra de vivienda, tal vez mediante créditos fiscales, o limitar las ejecuciones?

R. En primer lugar, creo que la FDIC y Sheila Bair han abordado el problema con la sensación de urgencia que quiero ver. Todavía no hemos hecho ninguna declaración oficial al respecto, pero creo que, en general, han hecho todo lo posible con los recursos que tienen para intentar apuntalar el sistema. En mi opinión, respecto al mercado inmobiliario, el Consejo de la Reserva Federal ha hecho lo que ha podido para rebajar los tipos de interés lo más posible. Por eso hemos visto algo de actividad en torno a la refinanciación. Aunque eso no resuelve el problema de la pérdida de valor de la vivienda.

Creo que lo más importante, respecto a la caída del valor de la vivienda, es evitar nuevas ejecuciones hipotecarias, que disminuyen el valor de la vivienda en todas partes. Y por eso pienso que, desde el punto de vista de los que todavía estamos pagando una hipoteca, pues a veces, en el campo, uno oye decir a una persona: «Yo me he comportado de forma responsable. ¿Por qué voy a ayudar a alguien que firmó una hipoteca que no podía permitirse?» Pues bien, hay que acordarse del dicho de que, si ves que la casa de tu vecino está en llamas, lo primero es apagar el incendio, aunque la causa haya sido su irresponsabilidad. En mi opinión, lo mismo pasa con las ejecuciones hipotecarias.

Tenemos que impedir que el mercado de la vivienda siga deteriorándose. Y eso empieza por las ejecuciones hipotecarias. Eso no significa que no podamos también ayudar algo. Quizá no siempre en forma de ayuda hipotecaria. Una cosa que nos parece muy importante en nuestro plan de reinversión es proporcionar incentivos para aclimatar las viviendas en todo el país. Es el tipo de inversión a largo plazo que puede reducir drásticamente la factura de energía, aumentar la independencia energética y reducir los gases de efecto invernadero. Es decir, hay ciertas áreas en las que podemos avanzar y aliviar la carga y ayudar a los propietarios de viviendas. Pero tenemos que hacer algo para resolver esta crisis hipotecaria. Tengo previsto exponer nuestros planes para evitar las ejecuciones hipotecarias en consultas con Barney Frank y Chris Dodd, que han trabajado mucho en este asunto, en el próximo mes o los próximos dos meses.

P. ¿Dentro de la siguiente fase del paquete de rescate financiero?

R. Dentro de nuestro ataque multifrontal para abordar la crisis.

P. Se ha especulado mucho que Larry Summers, el ex secretario del Tesoro que encabeza su consejo económico nacional, será la persona escogida por usted para sustituir a Ben Bernanke como presidente de la Reserva Federal cuando expire el mandato de este último, en 2010. ¿Tiene esa intención, o puede decir que volverá a nombrar a Ben Bernanke?

R. Larry Summers todavía no tiene ni siquiera este puesto. Lo he nombrado para él, pero aún no gobernamos. Creo que es prematuro que me ponga a especular sobre cargos que habrá que ocupar dentro de dos años cuando ni siquiera tengo a mi equipo actual en sus puestos.

P. Dígame algo sobre regulaciones. Nos encontramos en un edificio que en un tiempo albergó la SEC [la Comisión del Mercado de Valores].

R. Sí.

P. ¿Hasta qué punto va a proponer y apoyar una transformación sustancial del aparato regulador financiero? ¿Cuándo lo hará? ¿Y cree que es necesario crear un aparato regulador mundial? En abril se celebrará la reunión del G-20 en Londres.

R. Para cuando se celebre la reunión del G-20, creo que ya habremos presentado nuestra estrategia en materia de regulación financiera. Pienso que hay que poner en marcha cierta coordinación internacional. Pero ahora tenemos que cuidar también estos asuntos dentro de casa. Wall Street no ha funcionado, nuestro sistema regulador no ha funcionado como debía.

De modo que habrá que abordar una transformación sustancial. Tendremos una mejor vigilancia del cumplimiento de las normas, una mejor supervisión, más transparencia. Tendremos que examinar el batiburrillo de organismos y tratar de lograr que colabren más eficazmente entre sí. Debemos dejar de dividir funciones de tal forma que el capital en una modalidad se trata de una manera y el capital en otra modalidad se trata de otra manera, porque en estos tiempos, en los mercados financieros mundiales, todo se funde. Y existen riesgos estructurales que son posibles, sean en forma de derivados, o de seguros, o de depósitos bancarios tradicionales. Así que debemos actualizar todo el sistema para hacer frente a las necesidades del siglo XXI. Ésta es una tarea en la que mi equipo ya está trabajando y creo que, de aquí a poco tiempo, tendremos un paquete de medidas que estamos elaborando junto a Barney Frank y Chris Dodd, para presentárselo a los estadounidenses.

P. Le han comparado también a usted, y a los retos que le aguardan, con Franklin Roosevelt y los que él tuvo que afrontar.

R. Sí.

P. Porque ésta es la peor crisis financiera desde la Depresión. Cuando Roosevelt pronunció su discurso de toma de posesión, dijo a los estadounidenses: «Lo único a lo que debemos tener miedo es al propio miedo».

R. En efecto.

P. Cuando pronuncie su discurso, el 20 de enero, ¿cree que va a tener la misma obligación de tranquilizar al pueblo estadounidense? ¿Y cómo encuentra el equilibrio entre ese mensaje y la necesidad de transmitir al tiempo que es urgente actuar?

R. Como puede imaginarse, últimamente he estado leyendo discursos de toma de posesión, y, si mira el discurso de Roosevelt, la frase que se recuerda es la que usted ha citado. Sin embargo, en realidad, el resto del discurso se centró en la necesidad de actuar y actuar ya. Y creo que explicó muy bien la naturaleza de la crisis tanto en ese discurso como en las sucesivas charlas al lado de la chimenea.

Hay un consejo que recibí de uno de los ex presidentes. Me dijo: «Mira, Barack, parte del motivo por el que te están yendo bien las cosas es que no hablas a los ciudadanos con condescendencia, hablas claro y explicas lo que ocurre». Tengo mucha confianza en los estadounidenses. Creo que, si se es franco con ellos, si se les explica que tenemos este reto, así es como hemos llegado hasta aquí y ahora creo que debemos ir en esta dirección, tengo enorme confianza en que los estadounidenses responderán a ese reto. Por consiguiente, mi tarea, tanto en el discurso inaugural como en los próximos meses, no es más que explicar con la mayor honradez y la mayor sinceridad posibles cuáles son las circunstancias, cuáles son las mejores ideas que circulan para abordar esos retos, y, si consigo hacerlo, estoy seguro de que nos uniremos para resolver estos problemas.

P. Hasta ahora no ha tenido muchos comentarios negativos en los medios de comunicación ni en los mercados.

R. Seguro que llegarán. Pero el caso de los mercados, desde luego, es una situación ligeramente distinta. En estos momentos, dada su delicada situación, tengo que prestar cierta atención a la psicología del mercado porque parte de lo que estamos sufriendo ahora es una pérdida de confianza en el mercado y en el gobierno, y reestablecer esa confianza y esa seguridad va a ser algo muy importante.

Voy a asegurarme de mantener abierta una comunicación regular con los actores clave del mercado para explicarles cuáles son exactamente nuestros planes y pedirles que me proporcionen buenas ideas.

En conjunto, no obstante, tengo muy claro que, como presidente, debo mirar hacia el horizonte. No puedo estar pendiente de los titulares de hoy, porque, en ese caso, entonces lo más seguro es que no tome decisiones en función de lo que conviene más al país. Entonces me pasaré demasiado tiempo preocupado por el día a día político, y eso es algo que he tratado de evitar.

P. ¿Sigue teniendo una agenda electrónica en el bolsillo?

R. La verdad es que la he sacado para la entrevista, pero continúo apegado a mi BlackBerry. Tendrán que quitármela de las manos.

P. ¿Conseguirá usted vencer esta anacrónica idea de que los presidentes no pueden o no saben utilizar personalmente los dispositivos más modernos?

R. Creo que podré seguir teniendo acceso a un ordenador en algún sitio. Quizá no en el Despacho Oval. Lo segundo que espero poder hacer es que alguien dé con la manera de permitirme que siga teniendo acceso a una BlackBerry. Sé que…

P. A día de hoy, todavía tiene su BlackBerry.

R. A día de hoy, todavía la tengo. Tengo que añadir que esto es algo que preocupa no sólo al Servicio Secreto, sino también a los abogados. Ya sabe usted que esta ciudad está llena de abogados.

P. Estaba diciendo que va a pelear para conservar su BlackBerry.

R. No sé si ganaré, pero sigo intentándolo. Ah, sí, pero esto es lo que quería decir: no se trata sólo de recibir información. Quiero decir, alguien me puede imprimir las cosas importantes, puedo leer periódicos. De lo que se trata es de tener mecanismos para relacionarse de forma real con la gente de fuera de la Casa Blanca. Y tengo que buscar cada oportunidad de hacerlo, formas que no estén preparadas, que no estén controladas, formas de hablar con personas que no sólo se limiten a halagarme o ponerse de pie cuando entre en una habitación, formas de mantener los pies en la tierra. Y si puedo conseguirlo en estos cuatro años, creo que eso me ayudará a servir mejor a los ciudadanos, porque oiré sus voces. No se apagarán porque yo esté en la Casa Blanca.

P. Un par de cosas rápidas antes de terminar. ¿Dick Parsons va a ser su secretario de Comercio?

R. No he tomado una decisión definitiva sobre quién va a ser mi próximo secretario de Comercio.

P. ¿Es uno de los candidatos?

R. No voy a hacer ningún comentario al respecto. Lo único que diré es que Dick Parsons es un gran tipo, un buen amigo mío.

¿Franklin Delano Obama?

Paul Krugman
El País. 16/11/2008

De repente, todo lo antiguo es new deal. Reagan está anticuado; Franklin Delano Roosevelt (FDR) está de moda. Sin embargo, ¿cuánta orientación puede ofrecer en realidad la era de Roosevelt al mundo actual? La respuesta es que mucha aunque Barack Obama debería aprender tanto de sus fracasos como de sus éxitos: la verdad es que el new deal [las políticas de reformas sociales y económicas llevadas a cabo por Roosevelt] no tuvo tanto éxito a corto como a largo plazo. Roosevelt puso en riesgo su programa porque sus políticas económicas fueron demasiado cautelosas.

Respecto a los éxitos a largo plazo, las instituciones que Roosevelt creó han demostrado ser tan duraderas como esenciales. Esas instituciones son los cimientos de la estabilidad económica de nuestra nación. Imagínense lo mucho peor que sería la crisis si el new deal no hubiese garantizado la mayoría de los depósitos bancarios. Imagínense lo inseguros que muchos ancianos estadounidenses se sentirían ahora si los republicanos se las hubiesen arreglado para desmantelar la Seguridad Social.

¿Puede Obama conseguir algo comparable? Rahm Emanuel, el nuevo jefe de gabinete de Obama, ha declarado que «uno nunca quiere que se desperdicie una crisis». Los progresistas esperan que la nueva Administración, al igual que el new deal, responda a la crisis económica y financiera creando instituciones -y en particular un sistema sanitario universal- que cambien la forma de la sociedad estadounidense para el futuro. Pero la nueva Administración debería procurar no imitar un aspecto menos positivo del new deal: su inadecuada respuesta a la gran depresión.

Ahora hay todo un sector intelectual, que actúa principalmente a través de los expertos de derechas, dedicado a propagar la idea de que, en realidad, FDR hizo que empeorase la depresión. Es importante que se sepa que la mayor parte de lo que se dice en ese sentido se fundamenta en una tergiversación deliberada de los hechos. El new deal representó un auténtico alivio para la mayoría de los estadounidenses.

Dicho eso, es cierto que FDR no consiguió orquestar una recuperación completa durante sus dos primeros mandatos. A menudo ese fracaso sirve como argumento contra la economía keynesiana, que afirma que un aumento del gasto público puede hacer que una economía salga del estancamiento. Pero el más importante estudio sobre las políticas fiscales de los años treinta, realizado por el economista del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés) Cary Brown, llega a una conclusión muy distinta: el estímulo fiscal no tuvo éxito «no porque no funcionase, sino porque no se intentó».

Esto puede resultar difícil de creer. Es bien sabido que el new deal puso en la nómina del Estado a millones de estadounidenses mediante la Agencia para la Mejora del Trabajo (WPA, en sus siglas en inglés) y el Cuerpo Civil de Conservación (CCC). Hoy seguimos conduciendo por esas carreteras y enviamos a nuestros hijos a escuelas construidas por la WPA. ¿Es que todas esas obras públicas no constituyen un gran estímulo fiscal? Bueno, no tan grande como podría pensarse.

El impacto del gasto federal en obras públicas se vio en gran parte contrarrestado por otros factores, especialmente por una gran subida de impuestos aprobada por Herbert Hoover, cuyas consecuencias no se apreciaron de lleno hasta que su sucesor llegó a la presidencia. Además, la política expansiva a escala federal se vio limitada por los recortes en el gasto y las subidas de impuestos estatales y locales.

Roosevelt no sólo era reacio a aplicar toda la expansión fiscal que fuera posible, sino que estaba deseando volver a unos presupuestos conservadores. Ese deseo estuvo a punto de destruir su legado. Tras una victoria aplastante en las elecciones de 1936, su Administración recortó el gasto y subió los impuestos, lo que ocasionó una recaída económica que elevó nuevamente la tasa de paro hasta los dos dígitos y desembocó en un estrepitoso fracaso en las elecciones de mitad de mandato en 1938.

Lo que hizo que la economía y el new deal se salvasen fue el gigantesco proyecto de obras públicas conocido como Segunda Guerra Mundial, que por fin proporcionó un estímulo fiscal apropiado para las necesidades de la economía.

Esta historia enseña algunas lecciones importantes para la próxima Administración. La lección política es que los pasos económicos en falso pueden minar rápidamente un mandato electoral. La semana pasada, los demócratas ganaron por un amplio margen, pero fue aún mayor en 1936 y luego se esfumaron sus logros tras la recesión de 1937 y 1938. Los estadounidenses no esperan del próximo Gobierno unos resultados económicos inmediatos, pero desde luego esperan resultados, y la euforia de los demócratas no durará mucho si no consiguen una recuperación económica.

La lección económica trata sobre la importancia de hacer lo suficiente. FDR pensaba que estaba siendo prudente al reprimir sus planes de gasto público; en realidad, estaba corriendo grandes riesgos con la economía y su legado. Mi consejo para la gente de Obama es que calculen la ayuda que creen necesaria y luego le añadan un 50%. Con una economía en crisis, es mucho mejor pecar de un exceso de estímulo económico que quedarse corto.

Las oportunidades de Obama de orquestar un nuevo new deal van a depender en gran medida de si sus planes económicos a corto plazo son lo suficientemente ambiciosos. Los progresistas deberán confiar en que tenga la audacia necesaria. –

«Sí, podemos»

Presentamos la versión completa del discurso del Presidente electo Barack Obama, la noche del martes 4 de septiembre, en Grant Park, Chicago.

«¡Hola, Chicago!

«Si todavía queda alguien por ahí que dude de que Estados Unidos es un lugar donde todo es posible, que se pregunte si el sueño de nuestros fundadores sigue vivo en nuestros tiempos, que cuestione la fuerza de nuestra democracia, esta noche es su respuesta.

«Es la respuesta que dieron las colas que se extendieron alrededor de escuelas e iglesias en un número como esta nación jamás ha visto, por las personas que esperaron tres y cuatro horas, muchas de ellas por primera vez en sus vidas, porque creían que esta vez tenía que ser distinta y que sus voces podrían suponer esa diferencia.

«Es la respuesta pronunciada por los jóvenes y los ancianos, ricos y pobres, demócratas y republicanos, negros, blancos, hispanos, indígenas, homosexuales, heterosexuales, discapacitados o no discapacitados. Estadounidenses que transmitieron al mundo el mensaje de que nunca hemos sido simplemente una colección de individuos ni una colección de Estados rojos y azules. Somos, y siempre seremos, los Estados Unidos de América.

«Es la respuesta que condujo a aquellos que durante tanto tiempo han sido escépticos, temerosos y dudosos sobre lo que podemos lograr a poner manos al arco de la historia y torcerlo una vez más hacia la esperanza en un día mejor.

«Ha tardado tiempo en llegar, pero esta noche, debido a lo que hhemos hecho en estas elecciones, en este momento decisivo, el cambio ha llegado a América.

«Esta noche recibí una llamada extraordinariamente cortés del senador McCain.

«El senador McCain ha luchado duramente en esta campaña. Y ha luchado aún más larga y duramente por el país que ama. Ha aguantado sacrificios por Estados Unidos que no podemos ni imaginar. Todos nos hemos beneficiado del servicio prestado por este líder valiente y abnegado.

«Le felicito. Felicito a la gobernadora Palin por todo lo que han logrado. Y estoy deseando colaborar con ellos para renovar la promesa de esa nación durante los próximos meses.

«Quiero dar las gracias a mi compañero en este viaje, un hombre que hizo la campaña desde el corazón y actuó como portavoz de los hombres y las mujeres con quienes se crió en las calles de Scranton y con quienes viajaba en un tren de vuelta a su casa en Delaware: el vicepresidente electo de Estados Unidos, Joe Biden.

«Y no estaría aquí esta noche sin el respaldo infatigable de mi mejor amiga durante los últimos 16 años, el pilar de nuestra familia, el amor de mi vida, la próxima primera dama de la nación, Michelle Obama.

«Sasha y Malia [sus hijas], os quiero a las dos más de lo que podéis imaginar. Y os habéis ganado el nuevo cachorro que nos acompañará a la nueva Casa Blanca. Y aunque ya no está con nosotros, sé que mi abuela nos está viendo, junto con la familia que hizo de mí lo que soy. Les echo en falta esta noche. Sé que mi deuda con ellos es incalculable.

«A mi hermana Maya, mi hermana Alma, al resto de mis hermanos y hermanas, muchísimas gracias por todo el respaldo que me habéis dado. Estoy agradecido a todos vosotros. Y a mi director de campaña, David Plouffe, el héroe no reconocido, quien diseñó la mejor estrategia, creo, en la historia de Estados Unidos.

«A mi estratega jefe, David Axelrod, que me ha acompañado en cada paso del camino. Al mejor equipo de campaña que en la historia de la política. Vosotros hicisteis realidad esto, y estoy agradecido para siempre por lo que habéis sacrificado para lograrlo.

«Pero, sobre todo, no olvidaré a quien pertenece de verdad esta victoria. Os pertenece a vosotros. Os pertenece a vosotros.

«Nunca di la impresión de ser el aspirante a este cargo con más posibilidades. No comenzamos con mucho dinero ni con muchos avales. Nuestra campaña no fue ideada en los pasillos de Washington. Se inició en los jardines traseros de Des Moines y en los cuartos de estar de Concord y en los porches de Charleston. Fue construida por los trabajadores y las trabajadoras que recurrieron a los pocos ahorros que tenían para donar a la causa cinco, diez dólares y veinte dólares.

«Adquirió la fuerza de los jóvenes que rechazaron el mito ser una generación apática, que dejaron atrás sus casas y sus familiares para trabajar por poco dinero y sacrificando horas de sueño.

«Adquirió la fuerza de las personas no tan jóvenes que hicieron frente al gélido frío y el ardiente calor para llamar a las puertas de desconocidos, de los millones de estadounidenses que se ofrecieron voluntarios y organizaron y demostraron que, más de dos siglos después, un gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo es posible en la Tierra.

«Ésta es vuestra victoria.

«Y sé que no lo hicisteis sólo para ganar unas elecciones. Y sé que no lo hicisteis por mí. Lo hicisteis porque entendéis la magnitud de la tarea que queda por delante. Mientras disfrutamos esta noche, sabemos que los retos que nos traerá el día de mañana son los mayores de nuestras vidas: dos guerras, un planeta en peligro, la peor crisis financiera desde hace un siglo.

«Mientras estamos aquí esta noche, sabemos que hay estadounidenses valientes que se despiertan en los desiertos de Irak y las montañas de Afganistán para jugarse la vida por nosotros.

«Hay madres y padres que se desvelarán en la cama después de que los niños se hayan dormido y se preguntarán cómo pagar la hipoteca o las facturas médicas o cómo ahorrar lo suficiente para la educación universitaria de sus hijos.

«Hay nueva energía que aprovechar, nuevos puestos de trabajo que crear, nuevas escuelas que construir y amenazas que afrontar, alianzas que reparar.

«El camino por delante será largo. La cuesta será pronunciada. Puede que no lleguemos en un año ni en un mandato. Sin embargo, Estados Unidos, nunca he estado tan esperanzado como esta noche de que llegaremos.

«Os prometo que, nosotros, como pueblo, llegaremos.

«Habrá percances y pasos en falso. Muchos no estarán de acuerdo con cada decisión mía cuando sea presidente. Y sabemos que el gobierno no puede solucionar todos los problemas.

«Pero siempre seré sincero con vosotros sobre los retos que nos espera. Os escucharé, sobre todo cuando discrepemos. Y sobre todo, os pediré que participéis en la labor de reconstruir esta nación, de la única forma en que se ha hecho durante 221 años: bloque por bloque, ladrillo por ladrillo, mano encallecida sobre mano encallecida.

«Lo que comenzó hace 21 meses en pleno invierno no puede terminar en esta noche otoñal. Esta victoria en sí misma no es el cambio que buscamos. Es sólo la oportunidad para que hagamos ese cambio. Y eso no puede suceder si volvemos a lo de antes. No puede suceder sin vosotros, sin un nuevo espíritu de sacrificio. Así que hagamos un llamamiento a un nuevo espíritu patriótico, responsable, en que cada uno eche una mano y trabaje más y se preocupe no sólo de uno mismo sino también del otro. Recordemos que si esta crisis financiera nos ha enseñado algo es que no puede haber un Wall Street [el sector financiero] próspero mientras Main Street [la economía real] sufre.

«En este país avanzamos o fracasamos como una sola nación, como un solo pueblo. Resistamos la tentación del partidismo, la mezquindad y la inmadurez que han intoxicado nuestra vida política desde hace tanto tiempo. Recordemos que fue un hombre de este Estado quien llevó por primera vez a la Casa Blanca la bandera del Partido Republicano, un partido fundado sobre los valores de la independencia y la libertad del individuo y la unidad nacional. Son valores que todos compartimos. Y si el Partido Demócrata ha logrado una gran victoria esta noche, lo hemos hecho con humildad y el empeño de curar las divisiones que han impedido nuestro progreso.

«Como dijo Lincoln a una nación mucho más dividida que la nuestra, no somos enemigos, sino amigos. Aunque las pasiones hayan puesto bajo tensión nuestros lazos de afecto, éstos no deben romperse.

«Y a aquellos estadounidenses cuyo respaldo me queda por ganar, puede que no haya obtenido vuestro voto esta noche, pero escucho vuestras voces. Necesito vuestra ayuda. Y seré vuestro presidente también.

«Y a todos aquellos que nos ven esta noche desde más allá de nuestras costas, desde parlamentos y palacios, a aquellos que se reúnen alrededor de las radios en los rincones olvidados del mundo, nuestras historias son diferentes, pero nuestro destino es el mismo, y llega un nuevo amanecer de liderazgo estadounidense.

«A aquellos que quieren derrumbar el mundo: os vamos a vencer. A aquellos que buscan la paz y la seguridad: os apoyamos. Y a aquellos que se preguntan si el faro de Estados Unidos todavía ilumina con fueerza: esta noche hemos demostrado una vez más que la fuerza auténtica de nuestra nación procede no del poderío de nuestras armas ni de la magnitud de nuestra riqueza, sino del poder duradero de nuestros ideales: la democracia, la libertad, la oportunidad y la esperanza firme.

«Ahí está la verdadera genialidad de Estados Unidos: que puede cambiar. Nuestra unión se puede perfeccionar. Lo que ya hemos logrado nos da esperanza para lo que podemos y tenemos que lograr mañana.

«Estas elecciones tuvieron muchas historias que se contarán durante siglos. Pero una que tengo en mente esta noche trata de una mujer que votó en Atlanta. Ella se parece mucho a otros que guardaron cola para hacer oír su voz en estas elecciones. Salvo por una cosa: Ann Nixon Cooper tiene 106 años.

«Nació sólo una generación después de la esclavitud, en una era en la que no había automóviles por las carreteras ni aviones por los cielos, cuando alguien como ella no podía votar por dos razones: porque era mujer y por el color de su piel. Y esta noche pienso en todo lo que ella ha visto durante su siglo en Estados Unidos: la desolación y la esperanza, la lucha y el progreso; las veces que nos dijeron que no podíamos y la gente que se esforzó por continuar adelante con ese credo estadounidense: sí, podemos.

«En tiempos en que las voces de las mujeres fueron acalladas y sus esperanzas descartadas, ella sobrevivió para verlas levantarse, expresarse y alargar la mano hacia la papeleta. Sí, podemos. Cuando la desesperación y la Gran Depresión se extendió a lo largo del país, ella vio cómo una nación superaba sus miedos con un New Deal (Nuevo Contrato), nuevos empleos y un nuevo propósitos comunes.

«Sí, podemos.

«Cuando las bombas cayeron sobre nuestro puerto y la tiranía amenazó al mundo, ella estaba allí para ser testigo de cómo una generación respondió con grandeza para salvar la democracia.

«Sí, podemos.

«Ella estaba allí con los autobuses de Montgomery, las mangas de riego en Birmingham, un puente en Selma y un predicador de Atlanta que dijo a un pueblo: «Lo superaremos».

«Sí, podemos.

«Un hombre llegó a la luna, un muro cayó en Berlín y un mundo se interconectó a través de nuestra ciencia e imaginación. Y este año, en estas elecciones, ella tocó una pantalla con el dedo y votó, porque después de 106 años en Estados Unidos, en los buenos tiempos y en las horas más negras, ella sabe cómo Estados Unidos puede cambiar.

«Sí, podemos.

«Hemos avanzado mucho. Hemos visto mucho. Pero queda mucho más por hacer. Así que, esta noche, preguntémonos ¿qué cambio verán, que progresos habremos conseguido si nuestros hijos viven hasta ver el próximo siglo, si mis hijas tienen la suerte de vivir tanto tiempo como Ann Nixon Cooper? Ésta es nuestra oportunidad de responder a ese desafío. Éste es nuestro momento. Éstos es nuestro tiempo, para dar empleo a nuestro pueblo y abrir las puertas de la oportunidad a nuestros pequeños; para restaurar la prosperidad y fomentar la causa de la paz; para recuperar el sueño americano y reafirmar esa verdad fundamental: que, aunque muchos, somos uno; que mientras respiremos, tenemos esperanza.

«Y cuando tengamos dudas y oigamos a algunos decir que no podemos, contestaremos con ese credo eterno que resume el espíritu de un pueblo: sí, podemos.

«Gracias. Que Dios os bendiga. Y que Dios bendiga a Estados Unidos de América.»

Auge,quiebra y recuperación

Jeffrey D. Sachs
Reforma. 05/11/2008

NUEVA YORK.- Esta crisis económica mundial pasará a la Historia como «la locura de Greenspan». Se trata de una crisis provocada principalmente por la Junta de Gobernadores de la Reserva Federal durante el período de dinero fácil y desregulación financiera comprendido entre mediados del decenio de 1990 y el presente.

Esa política de dinero fácil, respaldada por reguladores que no cumplieron con su deber, creó burbujas sin precedentes del crédito para la vivienda y para el consumo en Estados Unidos y en otros países, en particular los que compartían su orientación política. Ahora la burbuja ha estallado y esas economías van camino de una pronunciada recesión.

El factor fundamental de la crisis fue un rápido aumento de los precios de la vivienda y de los valores bursátiles, que superaron en gran medida los puntos de referencia históricos. Greenspan avivó dos burbujas: la de Internet en el período 1998-2001 y la posterior de la vivienda, que ahora está estallando. En ambas, los aumentos de los valores de los activos indujeron a las familias a pensar que habían pasado a ser inmensamente más ricas, lo que las tentó a aumentar en gran escala sus solicitudes de créditos y su gasto en casas, autos y otros bienes de consumo duraderos.

Los mercados financieros estaban deseosos de prestarles, en parte porque los mercados crediticios estaban desregulados, lo que constituyó una invitación a la concesión imprudente de créditos. Gracias al auge en los precios de los mercados de la vivienda y de los valores bursátiles, la riqueza neta de las familias estadounidenses aumentó en unos 18 billones de dólares durante 1996-2006. El aumento del consumo basado en dicha riqueza elevó aún más, a su vez, los precios de las viviendas, lo que convenció a las familias y a los prestadores para incrementar, a su vez, la burbuja.

Todo ello ha acabado desplomándose. Los precios de la vivienda llegaron a su punto máximo en 2006 y los precios de las acciones al suyo en 2007. Con el desplome de esas burbujas, una riqueza en papel de tal vez 10 billones de dólares o incluso nada menos que 15 billones se esfumará. Ahora varios fenómenos complejos suceden simultáneamente. Las familias están reduciendo bruscamente el consumo, pues se sienten -y son- enormemente más pobres de lo que eran hace un año. Varias entidades muy apalancadas han quebrado, lo que ha causado más pérdidas de riqueza (de los accionistas y acreedores de dichas entidades) y más pérdida del crédito que en otro tiempo facilitaban.

Los bancos comerciales han perdido con esas operaciones, con lo que se ha esfumado gran parte de su capital. Lo mismo ocurre con sus futuros préstamos. La quiebra de Lehman Brothers y la que casi ha sufrido AIG indujeron un pánico financiero, a causa del cual incluso las empresas sanas no pueden conseguir préstamos bancarios ni vender papel comercial a corto plazo. El imperativo es restablecer suficiente confianza para recuperar esos financiamientos.

El próximo imperativo será el de contribuir a un restablecimiento del capital de los bancos, a fin de que puedan volver a prestar para inversiones a más largo plazo. Pero esas medidas, aun siendo urgentes, no impedirán una recesión en EU, y otros países. No es probable que los mercados de la vivienda y bursátil se recuperen pronto.

Estados Unidos será el más duramente afectado, pero otros con recientes auges (y ahora quiebras) de la vivienda y el consumo -Reino Unido, Irlanda, Australia, Canadá y España- se verán afectados también. No es casualidad que, con excepción de España, todos esos países se adhirieran explícitamente a la concepción estadounidense del «libre mercado» y redujesen la regulación de sus sistemas financieros.

Pero nada de eso ha de causar inevitablemente una calamidad mundial. No veo razón alguna para que haya una depresión mundial y ni siquiera una recesión mundial. Sí, EU experimentará una reducción de su renta y un brusco aumento del desempleo, lo que reducirá las exportaciones del resto del mundo a ese país, pero muchas otras partes del mundo siguen creciendo. Economías grandes, incluidas las de China, Alemania, Japón y Arabia Saudí, tienen enormes superávits por exportación y han estado prestando al resto del mundo (en particular a EU) en lugar de tomar prestado.

Esos países rebosan de liquidez y no cargan con el desplome de una burbuja de la vivienda. Aunque sus familias han sufrido en cierta medida las consecuencias de la baja de los precios de las acciones, no sólo siguen creciendo, sino que pueden aumentar su demanda interna para compensar la reducción de las exportaciones a EU. Ahora deben reducir sus impuestos, relajar las condiciones para la concesión de crédito interno y aumentar las inversiones estatales en carreteras, energía eléctrica y vivienda pública. Tienen suficientes reservas de divisas para evitar el riesgo de la inestabilidad financiera aumentando su gasto interno, siempre que lo hagan con prudencia.

En cuanto a EU, el innegable sufrimiento actual para millones de personas, que se incrementará el año que viene con un mayor desempleo, es una oportunidad para revisar el modelo económico adoptado desde que el Presidente Ronald Reagan ocupó su cargo en 1981. La reducción de impuestos y la desregulación produjeron un atracón que sentó bien mientras duró, pero también produjo una inmensa desigualdad de ingresos, una gran clase marginal, enormes empréstitos en el exterior, abandono del medio ambiente y de las infraestructuras y ahora un enorme lío financiero. Ha llegado el momento de formular una nueva estrategia… en una palabra, un nuevo New Deal.

How the president-elect did it?
The new voters changed the game

Karl Rove
Wall Street Journal. 06/11/2008.

“El ángel mefítico de George Bush, el amo de las campañas negativas, el teórico que desintegró al “centro” electoral”, Karl Rove, se rinde intelectualmente ante el talento mostrado en la campaña por Barak Obama. Un artículo del Wall Street Journal, para un balance de Obama, en boca de sus enemigos.

Intense and gripping, the 2008 election was also historic. The son of a Kenyan immigrant and an American mother has risen to the presidency of history’s most powerful nation. Who was not moved by the sight of Jesse Jackson standing silently among strangers with tears streaming down his face as he thought of a long journey towards equality and acceptance?

So how did Barack Obama win? Some of it was fortune: He was a fresh, gifted, charismatic leader who emerged at just the moment that people yearned for something entirely new.

Some of it was circumstance: The October Surprise arrived a month early and framed the election in the best possible way for Mr. Obama (and the worst possible way for John McCain).

Some of it was thoughtful positioning: His themes of bipartisanship and a readiness to tackle the country’s pressing challenges were enormously attractive, especially when delivered with hope and optimism.

And some of it was planning and execution: The Obama campaign, led by the two Davids — Plouffe, the manager, and Axelrod, the strategist — carefully built a powerful army of persuasion aimed at accomplishing two tasks.

A candidate can improve his party’s performance by getting additional people out to vote and persuading people inclined to support the other party to cross over. The first yields an additional vote; the second is worth two, the one a candidate gets and the one he takes away from his opponent.
About Karl Rove

Karl Rove served as Senior Advisor to President George W. Bush from 2000–2007 and Deputy Chief of Staff from 2004–2007. At the White House he oversaw the Offices of Strategic Initiatives, Political Affairs, Public Liaison, and Intergovernmental Affairs and was Deputy Chief of Staff for Policy, coordinating the White House policy making process.

Before Karl became known as «The Architect» of President Bush’s 2000 and 2004 campaigns, he was president of Karl Rove + Company, an Austin-based public affairs firm that worked for Republican candidates, nonpartisan causes, and nonprofit groups. His clients included over 75 Republican U.S. Senate, Congressional and gubernatorial candidates in 24 states, as well as the Moderate Party of Sweden.

So the two Davids registered millions of voters in states the Obama campaign picked as battlegrounds, especially where there were many heretofore-disinterested African Americans and younger Democrats. Messrs. Plouffe and Axelrod understood that over the last 28 years only 11 of 20 eligible Americans on average cast a presidential ballot. They focused on registering and motivating the other nine who don’t usually vote. This decision, perhaps more than any other, allowed Mr. Obama to win such previously red states as Virginia, Indiana, Colorado and Nevada. It forced Mr. McCain to spend most of the fall on defense, unable to take once-reliably Republican states for granted.

Second, Messrs. Plouffe and Axelrod pried away from the GOP ranks small but decisive slices of the Republican presidential coalition. We can’t be precise, because for the third election in a row the exit polls were trash. The raw numbers forecast an 18-point Obama win, news organizations who underwrote the poll arbitrarily dialed it down to a 10-point Obama edge, and the actual margin was six.

But we do know President-elect Obama ran better among frequent churchgoers (perhaps getting 10 points more than John Kerry did), independents (perhaps five points more than Kerry and eight points more than Al Gore), Hispanics and white men. He even made special appeals to gun owners and sent his wife to cultivate military families. This allowed him to carry previously red states like Florida, New Mexico and Iowa.

This combination helped Senator Obama run four points better nationally than John Kerry did in 2004 and 2.5 points better than Al Gore did in 2000. These small changes on the margin meant all the difference between winning and losing.

It is a tribute to his skills that Mr. Obama, the most liberal member of the U.S. Senate, won in a country that remains center-right. Most pre-election polls and the wiggly exits indicate America remains ideologically stable, with 34% of voters saying they are conservative — unchanged from 2004. Moderates went to 44% from 45% of the electorate, while liberals went to 22% from 21%.

Mr. Obama understood this. He downplayed calls for retreat from Iraq, instead emphasizing toughness on Afghanistan, even threatening an ally, Pakistan, if it didn’t help more to exterminate al Qaeda. Mr. Obama campaigned on «a tax cut for 95% of Americans,» while attacking «government-run health care» as «extreme» and his opponent’s proposals as hidden tax increases.
What Mr. Obama and his team achieved was impressive. But in 75 days comes the hard part. We saw a glimpse of the challenge Tuesday night. The president-elect’s speech, while graceful and at times uplifting, was light when it comes to an agenda. That may have been appropriate, but it also continued a pattern.

Many Americans were drawn to Mr. Obama because they saw in him what they wanted to see. He became a large vessel into which voters placed their hopes. This can lead to disappointment and regret. What of the woman who, in the closing days of the campaign, rejoiced that Mr. Obama would pay for her gas and take care of her mortgage, tasks that no president can shoulder?

The country voted for change Tuesday. But the precise direction of that change remains unclear. Mr. Obama’s victory was personal rather than philosophical. The soaring hopes and vague incantations of «change» that have characterized the last 21 months were the poetry phase; a prosaic phase is about to begin.
This should be an interesting few years. Let every American hope for the success of the new president and the country we all love.
Mr. Rove is a former senior adviser and deputy chief of staff to President George W. Bush.

Las prioridades de Obama

Paul Krugman
El País 09/11/2008

El martes, 4 de noviembre de 2008, es una fecha que vivirá en la fama (lo opuesto a la infamia) para siempre. Si a quien lee estas líneas la elección de nuestro primer presidente afroamericano no le emocionó, si no le llenó los ojos de lágrimas y le hizo sentirse orgulloso de su país, es que le pasa algo. Ahora bien, ¿marcará también esta elección un punto de inflexión en la política propiamente dicha? ¿Puede Barack Obama emprender verdaderamente una nueva era de políticas progresistas? Sí, puede.

En estos momentos, muchos comentaristas recomiendan a Obama que tenga cuidado. Algunos usan argumentos políticos: EE UU, dicen, sigue siendo un país conservador, y los votantes castigarán a los demócratas si se inclinan hacia la izquierda. Otros dicen que la crisis financiera y económica no deja margen de maniobra para actuar, por ejemplo, en la reforma de los seguros médicos. Confiemos en que Obama tenga suficiente sentido común para ignorar esos consejos.

Por lo que respecta al argumento político, cualquiera que dude que hemos vivido un gran realineamiento político no tiene más que ver lo que ha sucedido en el Congreso. Tras las elecciones de 2004, hubo muchos que declararon que habíamos entrado en una era prolongada, quizá permanente, de dominio republicano. Desde entonces, los demócratas han obtenido dos victorias consecutivas y han ganado al menos 12 escaños en el Senado y más de 50 en la Cámara de Representantes. Ahora disponen de unas mayorías en las dos cámaras más amplias de las que tuvo el Partido Republicano en ningún momento de sus 12 años de reinado.

Hay que tener en cuenta, además, que la elección presidencial de este año era un claro referéndum sobre filosofías políticas, y venció la filosofía progresista.

Tal vez la mejor forma de subrayar la importancia de este dato es comparar esta campaña con la de hace cuatro años. En 2004, el presidente Bush ocultó su verdadera agenda. Se presentó, para decirlo claro, como el defensor de la nación contra terroristas unidos en matrimonios homosexuales, y dejó atónitos a sus propios partidarios cuando, poco después de vencer, anunció que su primera prioridad iba a ser la privatización de la Seguridad Social. Aquello no era por lo que la gente había pensado que votaba, y el plan de privatización pasó rápidamente de ser una empresa gigantesca a convertirse en una farsa.

Este año, en cambio, Obama presentó un programa que incluía el seguro médico garantizado y los recortes fiscales para la clase media, pagados con unos impuestos más altos para los ricos. John McCain dijo que su rival era un socialista y un «redistribuidor», pero EE UU votó por él. Eso sí que es tener un mandato.

¿Y qué ocurre con el argumento de que la crisis económica va a impedir poner en marcha un programa progresista?

No cabe duda de que la lucha contra la crisis costará mucho dinero. Rescatar el sistema financiero exigirá seguramente grandes sumas de dinero, además de los fondos ya desembolsados. Y también necesitamos con urgencia un programa de aumento del gasto público para fomentar la producción y el empleo. ¿Es posible que el déficit del presupuesto federal ascienda a un billón de dólares el año que viene? Sí.

Pero los manuales clásicos de economía nos dicen que está bien, que es apropiado incurrir en déficits temporales ante una economía deprimida. Y uno o dos años en números rojos, si bien contribuirían modestamente a los futuros gastos financieros federales, no deberían ser un obstáculo para un plan de salud que, por muy rápidamente que se convirtiera en ley, seguramente no entraría en vigor hasta 2011.

Aparte de eso, la propia respuesta a la crisis económica es, en sí, una oportunidad de impulsar un programa progresista. No obstante, Obama no debe imitar la costumbre del de Bush de convertir cualquier cosa en un argumento a favor de sus políticas preferidas. (¿Recesión? La economía necesita ayuda; ¡vamos a bajar los impuestos a los ricos! ¿Recuperación? Los recortes fiscales para los ricos funcionan; ¡vamos a aplicar unos cuantos más!).

Pero sí sería justo que la nueva Administración deje claro que la ideología conservadora, con su convicción de que la codicia siempre es buena, ha ayudado a crear esta crisis. Lo que dijo Franklin Delano Roosevelt en su segunda toma de posesión -«siempre hemos sabido que el interés egoísta e irresponsable era malo desde el punto de vista moral; ahora sabemos que es malo desde el punto de vista económico»- no ha sido nunca tan cierto como hoy.

Y hoy parece ser uno de esos momentos en los que también es verdad que, por el contrario, lo que es bueno desde el punto de vista moral es bueno desde el punto de vista económico. Ayudar a los más necesitados, aumentando las prestaciones de salud y desempleo, es lo que se debe hacer desde una perspectiva ética; es una forma mucho más eficaz de estímulo económico que rebajar el impuesto sobre las plusvalías. Ofrecer ayuda a gobiernos locales en situación difícil para que puedan mantener los servicios públicos esenciales es importante para quienes dependen de dichos servicios, pero es también una forma de evitar pérdidas de puestos de trabajo e impedir que la economía caiga en una depresión aún más profunda. Es decir, abordar un programa de prioridades progresista -llamémoslo un nuevo New Deal- no es sólo posible desde el punto de vista económico, es exactamente lo que necesita la economía.

Lo importante es que Barack Obama no debe escuchar a quienes tratan de asustarlo para que sea un presidente inactivo. Ha recibido un mandato político; tiene de su parte el sentido común económico. Podríamos decir que lo único a lo que debe tener miedo es al propio miedo.

Obama y el difícil cambio

Adolfo Sánchez Rebolledo
La Jornada. 13/11/2008

Hasta qué punto es una ilusión creer que Barack Obama podrá enfrentar la crisis económica y avanzar en la reforma general de la sociedad. Es muy probable que la gran mayoría de los jóvenes (y las minorías) que se lanzaron a la campaña en busca del cambio consideren difícil salir de la crisis actual sin modificar a fondo las condiciones que la hicieron posible, una ideológica: la creencia dogmática de que la sociedad del futuro será la que mejor cumpla con la libertad de mercado considerada como la estrella polar de la convivencia global y la guía más segura para la edificación de los valores que rigen las relaciones humanas. Y tienen razón, pues además de injusto en términos de la concentración de la riqueza, el camino neoliberal demostró ser peligroso para la salud global del sistema.

Ante la magnitud de los acontecimientos, marcados simbólicamente por el desprecio universal hacia Bush, algunos se han apresurado a calificar la situación como un “fin de época”, es decir, como un proceso de grandes y pequeños cambios que entierran el pasado para dar entrada a un “nuevo mundo”, cuyos perfiles, empero, aún no emergen con nitidez. Hasta ahora, para evitar una catástrofe mayor, los gobiernos de las potencias económicas, incluidos los de Estados Unidos y China, pasando por la Unión Europea, pusieron en práctica medidas insólitas no incluidas en el recetario neoliberal, pero tampoco ajenas o contrarias al funcionamiento de la economía capitalista como la nacionalización parcial o total de los bancos, lo cual significa una creciente intervención del Estado en capítulos que la ortodoxia consideraba intocables. No en balde la derecha las denuncia como “socialistas” sin morderse la lengua.

La afirmación de Stigliz de que la crisis financiera equivale en términos estadunidenses a la caída del Muro de Berlín es una buena frase, capaz de mostrar la profundidad de la fractura de la política económica hegemónica, pero no puede leerse como preludio del derrumbe del sistema, atribuyendo al vituperado Marx sus propias ideas catastrofistas. De la necesidad de modificar el “modelo” no se deduce la inviabilidad de la economía capitalista o la hipotética clausura de los mercados y la globalización. En todo caso, la cuestión es si tendremos un “capitalismo con rostro humano” o una nueva forma de dictadura del mercado. De ahí la trascendencia sobre el modo como se planeen las posibles salidas, la naturaleza de los mecanismos y las instituciones que habrán de sustituir a las agencias actuales: la solución de la crisis es un asunto crucial que no puede plantearse al margen de la política sin asumir el mapa mundial del poder como se dibuja a raíz de los hechos.

Y es aquí donde el tema de Obama y sus perspectivas cobra importancia, pues si bien la esperanza del cambio movió a millones de estadunidenses a dar un golpe de timón es la crisis la que inclinó la balanza a su favor. Como ha escrito Gustavo Gordillo en El Correo del Sur, “el contexto en las elecciones de 2008 se puede resumir en tres palabras: rabia, desigualdad y minorías”, pero la victoria en las urnas –no tan abultada en votos ciudadanos– es un efecto de la crisis financiera y sus secuelas sobre el presente y futuro de la gente. Eso significa que buena parte del electorado abandonó el barco republicano cuando advirtió que se escoraba peligrosamente y no antes. Se trata, sin duda, de un gesto de autodefensa legítimo, en el cual, sin embargo, no existe una pizca de ilusión por el futuro. Al final, piden que el cambio prometido sea controlado, capaz de restituir a los ciudadanos las seguridades que la ineptitud de Bush derogaron.

Así, pues, a la pregunta de si Obama puede o no emprender una nueva era de políticas progresistas, Paul Krugman responde “sí, puede”, siempre y cuando se desembarace de ambigüedades y temores en torno al déficit acumulado y piense en el gasto en términos de producción y empleo. A su favor tiene el imaginario emprendedor de una nación plebeya con sueños de libertad volcada en las urnas, el empuje de una civilización capaz de dominar el conocimiento y la naturaleza, en fin, la potencial respuesta de sus clases fundamentales que ven en la equidad el único sueño norteamericano digno de tal nombre. Frente a sus antecesores, Obama reivindica la reconstrucción de la economía –y de la vida social– de abajo hacia arriba, es decir, sustituyendo el estímulo a los más ricos por el esfuerzo coordinado de la mayoría. “Abordar un programa de prioridades progresista –llamémoslo un nuevo New Deal– no es sólo posible desde el punto de vista económico, sino lo que necesita la economía”, escribe Krugman (El País, 09/11/08). Obviamente, la situación económica reduce el margen de maniobra del nuevo gobierno y, aunque no la obstruye por completo, sí obligará a un replanteamiento de las prioridades.

La señal de si Obama va a seguir la ruta prometida será lo que haga o deje de hacer respecto a cuestiones espinosas: la permanencia en Irak, la guerra en Afganistán y el desmatelamiento simbólico de los aspectos más agresivos de la política imperial bushista (Guatánamo), así como un replanteamiento global de la visión estadunidense en el mundo de hoy. La lista es larga. Asuntos como seguridad y migración no pueden esperar indefinidamente. Sin embargo, la pregunta que sigue pendiente es si, como dice el socialista Mike Davis, existe la menor esperanza de que ese Nuevo Trato aparezca “sin el fertilizante proporcionado por masivas luchas sociales”, tomando en cuenta que la propia crisis obliga a la búsqueda de una suerte de “unidad nacional” de la que no pueden ser excluidos los 55 millones de ciudadanos que votaron por la fórmula McCain-Palin, que son la gran reserva del conservadurismo estadunidense. O, dicho de otra forma: sin la movilización de los ciudadanos que le dieron la victoria a Obama, la gestión de la crisis podría reducir a polvo las esperanzas.

En cuanto a nosotros, vale la recomendación general: lo que no haga el Estado mexicano para colocar su agenda entre los temas importantes no lo hará nadie por él.