Categorías
El debate público

Presupuesto 2016: un punto de inflexión

Ricardo Becerra

La Crónica

18/10/2015

Mañana ocurrirá algo raro: un grupo de casi cien organizaciones civiles (activistas, movimientos, militantes, intelectuales) interpelarán a la Cámara de Diputados para señalar –con puntos y comas, cifras y datos, críticas, argumentos y contrapropuestas fundadas– todo lo que debe cambiar en el Presupuesto de Egresos de la Federación.
Videgaray no estará contento (aunque tampoco tendrá jaqueca, para qué engañarnos) pero ésta es la primera vez que un conjunto –a cual más diverso– de organizaciones, presentan un plan coherente y alternativo al diseñado por el gobierno y su coalición.
El conjunto de organizaciones partimos de una tesis sombría y general: el PEF-2016 es una apuesta acomodaticia que tendrá consecuencias para el año entrante y también para el resto de la década. Si los diputados votan como viene, México vivirá los siguientes 5 años en la mediocridad “estable”, con tasas de crecimiento apenas superiores al 2 por ciento.
El Congreso está pues, a punto de sancionar la prolongación del ciclo de estancamiento que comenzó a mediados de 2012 si es que aprueba ese paquete: menos gasto, menos infraestructura, menos protección a la salud, pagar deudas por adelantado (los banqueros sí que necesitan el apoyo), una entrega a la idea provinciana de la austeridad y celebración oficial de tanta “responsabilidad”.
Por eso, la Acción Ciudadana Frente a la Pobreza, México Evalúa, Sociedad en Movimiento, La Red de Rendición de Cuentas, la Fundación del Empresariado Mexicano, el Centro de Estudios Espinosa Yglesias, el Centro de Estudios Ecuménicos, el Sindicato de Telefonistas y hasta el Instituto de Estudios para la Transición Democrática, entre muchos otros, se han reunido a elaborar un planteamiento coherente y de conjunto, expresión de muchos intereses y sensibilidades, para corregir los segmentos más perniciosos que nos impone Hacienda, a saber: su absoluta indiferencia con el problema de la pobreza y la desigualdad (esos no son factores a tomarse en cuenta cuando se juega la “estabilidad y la responsabilidad hacendaria”); la ausencia de instrumentos para el control del gasto público y su aplicación; pocos mecanismos de transparencia; subsidios regresivos; devolución de impuestos a quien no lo necesita; la idea loca de pagar deuda por anticipado en un periodo recesivo; la política de recuperación salarial, empezando por los salarios mínimos; nuevas formas de participación, etcétera.
Cada uno de estos temas será planteado y entregado a los diputados. No son frases ni buenos deseos, sino propuestas alternativas estudiadas y fundamentadas por mexicanos tan diversos como Alberto Núñez Esteva, José Woldenberg, Mauricio Merino, Edna Jaime, Enrique Provencio, Francisco Hernández Juárez, Enrique Cárdenas, Maite Azuela, entre muchos otros.
Ninguno de ellos ignora la crisis de los precios del petróleo, pero ninguno ignora la crisis social, los dos millones que se despeñaron a la pobreza entre 2012 y 2014 y los factores que siguen gravitando para el empobrecimiento nacional y la des-igualación social.
El Presupuesto no es un momento para cambiarlo todo, pero sí para corregir una trayectoria histórica. Al menos para empezar a colocar la desigualdad y la pobreza en el centro de las decisiones estatales por venir. Y esa es, precisamente, la apuesta de mañana. Pendientes.