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El debate público

¿Quién dijo que no importan los salarios mínimos?

Ricardo Becerra

La Crónica

22/11/2015

 

“Ya nadie lo gana” es una frase –todavía recurrente- para salvaguardar las buenas y ortodoxas conciencias. Pero mientras más escudriñamos los datos, más aparece un tipo de mercado laboral precario, orbitando alrededor del salario mínimo determinado por el oficialismo.
3.1 millones de trabajadores formales cuando menos, y más de 4 millones informales que le siguen, es decir, el 14 por ciento de toda la población económicamente activa.
¿Por qué si determina la vida de tantos mexicanos, habíamos olvidado los salarios mínimos? ¿Por qué entonces es tan relevante y necesaria su rehabilitación teórica y práctica? Alcanzo a ver cinco razones:
1) Porque determina directamente el ingreso de esos 3.1 millones de trabajadores subordinados y remunerados del sector formal. Podemos asegurar, sin temor, que en la escala más baja, esos tres millones perciben un sueldo que no alcanza para desayunar, comer y cenar. En el caso de 3.1 millones, la formalidad es un circuito reproductor de la pobreza ¡extrema!
2) Su ineludible papel de referencia, señal o “faro”. A partir de la definición del porcentaje de aumento al salario mínimo, prácticamente todas las empresas, las organizaciones sindicales o representativas de los trabajadores, edifican sus negociaciones contractuales anuales. El salario mínimo se vuelve un vínculo obligatorio, el porcentaje de partida con el que comienzan un sinnúmero de rondas salariales en el país que implican a su vez millones de trabajadores.
3) La flexibilización laboral; la bajísima tasa de asociación y sindicalización de los trabajadores mexicanos; las facilidades de contratación y despido, y la generalización de los esquemas out-sourcing en la economía nacional, han dejado en desventaja a la posición de los trabajadores frente a sus empleadores. Una de las pocas medidas que ayudan a fortalecer el poder de negociación de los ciudadanos-trabajadores individuales- es un piso suficiente del salario mínimo.
4) El salario mínimo se ha vuelto –cada vez más- una unidad del mercado laboral, un escalón sobre el cual se definen los siguientes tipos de salarios (se pagan sueldos de dos, tres, cuatro… salarios mínimos). Pero al ser tan baja la unidad básica, incluso quien cobra dos salarios mínimos (140 pesos) no escapa de la pobreza. La unidad actual, de la que tan orgullosa se siente la Secretaría del Trabajo federal (70.10 pesos), estando tan deprimida, empobrece los siguientes escalones.
5) No menos importante: provee de una “excepción moral” a los patrones y a las empresas. “Yo no pago el salario mínimo”, se jactan muchos, pero en cambio pagan 75 u 80 pesos diarios. Son más generosos que el precio decretado por la Comisión Nacional de Salaros Mínimos, pero ni ese sueldo alcanza para salir de la pobreza extrema. Aún así, en el océano de estancamiento de las percepciones se convierten en patrones ejemplares porque “pagan más que el mínimo”.
Como se ve, la repercusión, las implicaciones y las consecuencias del precio-salario mínimo son mucho más importantes de lo que suele reconocerse. Y por eso mismo, los salarios mínimos se han convertido en una de las grandes correcciones que necesita justo en este momento la economía y la sociedad mexicana.