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El debate público

Reyes Heroles y la reforma de 77

José Woldenberg

Reforma

02/04/2015

 

En solidaridad con Ezra Shabot. Contra la intolerancia mentecata.

Hace 30 años, el 19 de marzo, murió Jesús Reyes Heroles. Por ello, El Colegio de México me invitó a dar una plática sobre aquel memorable secretario de Gobernación y la reforma política de 1977. Reforma que, desde mi punto de vista, fue la señal de salida de lo que luego se conocería como la transición democrática mexicana. Hablé de su famoso discurso en Chilpancingo, en el cual planteó la encrucijada entre autoritarismo o reforma, de las elecciones presidenciales que lo habían precedido, en las que un solo candidato apareció en la boleta, mientras México vivía una conflictividad política y social en casi todos los campos. De la modernización -contrahecha si se quiere- que había vivido el país y de la existencia de idearios, sensibilidades y programas que no cabían ni querían hacerlo bajo el manto del partido oficial. Expliqué el procesamiento y los contenidos de aquella reforma y sus primeros impactos. Y al final apunté que de la actuación de Don Jesús Reyes Heroles y de aquella reforma pueden obtenerse varias lecciones:

1. En la historia hay momentos plásticos. Coyunturas en las cuales aparece la posibilidad de modelar el futuro. Se trata de momentos cargados de incertidumbre pero también de posibilidades. Los conflictos son la expresión de un modo de operar que resulta inadecuado, rebasado, tensionado por nuevas realidades y que demandan algún horizonte inédito. Pero la edificación del futuro no se da por inercia. El momento puede ser desperdiciado. Se requiere de un espíritu reformador para ofrecer cauce a lo nuevo, lo extraño. Y siempre existe la posibilidad del inmovilismo, de la degradación, de la descomposición.

2. En la historia no existe una sola lógica. Son las lógicas en plural las que la modelan. La reforma diseñada por Jesús Reyes Heroles tenía un carácter preventivo, era una especie de válvula de escape a la creciente tensión política y social. Pero desde las oposiciones la lógica era otra. La reforma podía y debía ser aprovechada para crecer, tender puentes con la sociedad, convertirse en fuerzas políticas con sustento, con presencia, con votos. Esas dos lógicas convergieron en el intento por trazar un nuevo escenario para su reproducción.

3. La reforma de 1977 es la típica reforma que construye futuro, que delinea un horizonte. No fue una reforma terminal, sino inaugural. Una reforma que desencadenó nuevas y más profundas reformas. Si en un inicio se trató de abrir una puerta para el ingreso de los excluidos y ofrecerles un espacio en la Cámara de Diputados, con posterioridad las nuevas y viejas oposiciones reclamaron otras operaciones transformadoras: órganos y procesos electorales imparciales, condiciones de la competencia equitativas, tribunales para dar certeza al procesamiento de las controversias.

4. La reforma diseñada por JRH asumió que el pluralismo político debía encontrar cauce. Que la paz solo sería posible en el marco de una convivencia de la diversidad en la que se pudieran ejercer las libertades. Como lo apuntó en Chilpancingo, el riesgo era el del autoritarismo ciego empecinado en construir un país a imagen y semejanza del poder, cuando un México modernizado había desbordado los estrechos límites de un sistema monopartidista.

5. En 1971 Reyes Heroles escribió: «En la decisión política se concentran o resumen todas las actividades concernientes al hombre…Sabemos que la política es economía concentrada, pero también en ella se resume la sociología, los problemas que trascienden al hombre como tal; la cultura, con la cual emparienta el pensar y el actuar político. La decisión política abarca todo aquello que influye en la configuración de una sociedad» («Revolución y desarrollo político», en Análisis ideológico de la Revolución Mexicana 1910-1971. PRI. 1972). Y en efecto, así pensada la política, la política democrática, puede ser la vía por excelencia para la convivencia civilizada de la diversidad.

Don Jesús supuso que una época terminaba y otra pugnaba por abrirse paso. No creo que ni él ni nadie pudiera en su momento suponer hasta dónde nos conduciría aquella reforma inaugural, pero tuvo el gran mérito de dar el primer paso entendiendo que México ya no cabía bajo el manto de una sola organización partidista, de una sola ideología, de una sola manera de ver y evaluar las «cosas».

Hemos hablado de una reforma memorable. Y de un hombre igualmente digno de reconocimiento. Porque abrió cauce para la concordia en medio de abismales diferencias.