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El debate público

Si hemos hecho tan buenas reformas ¿porqué la pobreza no deja de crecer?

Ricardo Becerra

La Crónica

17/01/2016

Prepárense: uno de los temas que aterrizará con ímpetu tecnocrático el presente año, será la medición de la pobreza, los ingresos y la desigualdad entre los mexicanos.
Y es que los dioses creadores del “momento mexicano” no dejan de sentir una incómoda piedra en sus zapatos. Según su mitología, han encabezado la obra mayor de reformas estructurales; México ha sido puesto en movimiento, está a la vanguardia; lo han colocado como una rutilante economía emergente, la mejor de América Latina; mientras el Presidente Peña Nieto nos dice en año nuevo que ha podido remover “los obstáculos que impedían la inversión y el desarrollo”.
En el planeta donde habitan, la economía -la política económica- consiste en portarse bien, agradar a los mercados, seguir a pie juntillas las reglas de la ortodoxia macro. Todo lo demás (producción, inversión, empleo, riqueza, salarios) se resuelve o se deriva a partir de esa conducta “responsable” elaborada siempre en elegantes gabinetes de Hacienda y Banxico, sin dejarse contaminar ni alterar por la mundana deliberación pública.
Así y allí -consentidos por el mundo financiero y retratados en Davos- viven satisfechos y bien instalados nuestros hacedores de política económica… hasta que las instituciones autónomas de la información pública (INEGI, Coneval, etcétera) difunden sus cifras y surten un ramalazo de realidad que cimbra -de vez en vez- las ilusiones ortodoxas.
¿Cómo es posible que después de la magna operación reformadora, México produzca más y más pobres? ¿Cómo es posible que habiendo ejecutado la receta desde el primer día de la administración aparezcan cifras tan decepcionantes en el plano social? Es esto lo que los ortodoxos no pueden, no quieren y no saben explicar y por eso, en vez de preguntarse qué es lo que falla en la política económica y social, acusan a las cifras y a los datos de error o falsedad.
Recordemos las más recientes, dadas a conocer el año pasado: “Cada día se agregaron 2 mil 470 personas al mundo de la pobreza en los primeros dos años de este sexenio; dos millones de pobres adicionales a cambio de 87 000 pobres extremos menos…. Y algo más: hace 23 años (cuando se empezó a medir la pobreza) 53.1% del total de la población tenía ingresos por debajo de la línea de bienestar; en el 2014, seguía representando 53.2%” (Retrato de un país desfigurado. www.ietd.org.mx).
¿Conclusión? No es la realidad, no son las políticas, sino las cifras las que debemos modificar.
Y para eso, se ha echado a correr un operativo mediático e institucional, repetido todos los días de este mes: el problema no es la pobreza sino la medición de la pobreza.
¿Creen que exagero? Pues lean esto: “Como se sabe, desde 2015 ha iniciado una reflexión de parte de diferentes actores públicos respecto de la forma en la que se mide la pobreza… Un redimensionamiento de la medición de la pobreza en México es muy necesario; fundamental para el gobierno de Peña, porque si el siguiente dato refleja un estancamiento o elevación, uno de los pilares de su gobierno se habrá descarrilado… México no es pobre. Ése es el mensaje más relevante que el gobierno debe insertar en la mente de la sociedad… Urge que dejemos de ser percibidos como pobres. Requerimos aliados internacionales, que construyan el discurso y validen los cambios”. http://www.elfinanciero.com.mx/opinion/los-pobres-de-mexico-y-el-papa.html
Hay ejemplos en otros diarios, en la radio y por supuesto en la televisión (el más reciente puede verse aquí http://www.aztecatrece.com/la-otra-cara-de-la-moneda/capitulos/capitulos/perspectivas-2016/299505).
La campaña está en marcha, pero la cosa no será tan fácil. La forma en que se mide la pobreza en México es un mandato que radica en una ley; las instituciones que miden la pobreza están ampliamente acreditadas por su transparencia y solvencia técnica y, lo más importante, la manera (multidimensional) cómo se mide la pobreza no es una improvisación, sino fruto de décadas de trabajo académico, técnico, legislativo y que se ha convertido en un referente mundial por su rigor y claridad.
Por eso, viene al caso Philip K. Dick: “La realidad es eso que, cuando lo dejas de pensar, no desaparece”.