Ricardo Becerra
La Crónica
27/12/2015
Hablábamos de calamidades (hace dos semanas): la serie de acontecimientos y decisiones políticas que llevaron a Europa —y luego a buena parte del planeta— hasta la entrada de la Primera Guerra Mundial. Y decíamos que el escenario actual, de modo muy perturbador se parece a la retahíla de eventos de entonces, un siglo después.
El mismísimo papa Francisco calificó como “tercera guerra mundial a trozos” esa explotación internacional del terrorismo islámico, la declaratoria de guerra múltiple y esa serie de acciones militares de varios países contra el Estado Islámico (ISIS). Con poco ton y poco son, escaso concierto, a pesar de las instituciones internacionales.
Eso es lo que hace tan parecida la coyuntura actual con la de 1914: “Nadie veía como un peligro contra la estabilidad mundial la existencia, el movimiento y los actos terroristas de las bandas internacionales; todos los Estados y los gobernantes sabían, pero jugaban y apostaban a la responsabilidad del otro”, dice Christopher Clark en “Sonámbulos” (Galaxia Gutenberg, p. 642).
No era un desconcierto paralizado, impasible, sino muy activo, igual que hoy. Ya son cinco años desde que comenzó la guerra civil en Siria y año y medio de la proclamación del enloquecido Califato, y ya resulta muy elocuente hacer el recuento de las coaliciones que hoy combaten en la zona y de los países individuales que actúan (espían, observan, combaten o bombardean) a Siria e Irak.
Fíjense bien: hoy, son más de 60 naciones las que están involucradas directamente en el entuerto, pero algunos optan por tirar bombazos sólo en el castigado Irak, otros únicamente en Siria y un puñado de ejércitos nacionales atacan desde el aire en ambos países. Coaliciones múltiples, yuxtapuestas, en verdad, descoordinadas.
Estados Unidos tuvo el liderazgo hasta septiembre de este año, pero Moscú —luego de constatar el derribo de un avión civil ruso a manos de ISIS— también ha forjado su propia coalición integrada por Bagdad, Irán, el régimen sirio y obviamente, Irak. Y para no quedarse atrás —así sea sólo para disimular— Arabia Saudita desfila con su propio grupo de países que dicen combatir al Estado islámico.
Muchas, frágiles y contradictorias coaliciones en las que Turquía actúa tímidamente (o no está), o sea, el único país que puede terminar realmente con el engendro territorial del terrorismo islámico.
Vuelvo a Clark: “Si algo explica la llegada del cataclismo (la Primera Guerra Mundial) son los cambios rápidos del sistema de relaciones internacionales que provocaban, precisamente, las acciones terroristas… Y mientras tanto, los actores políticos —de Inglaterra a Rusia— aprovechaban la sola posibilidad de esa catástrofe general como palanca para asegurarse sus propias ganancias específicas, aunque todos calcularan al estallamiento de la guerra como el escenario mas remoto” (p. 640).
Por eso tiene tanto sentido hablar de “Sonámbulos”: caminamos, actuamos, pero sin visión, entregados a mecanismos militares o diplomáticos de respuesta automática ciegos ante la novedad y el potencial destructivo del terror.
ISIS es un fenómeno mayúsculo y hay que decirlo. Su existencia es una realidad mucho más peligrosa y endemoniada que los grupos que azuzaban Europa en 1914 y la respuesta hacia ellos no puede ser el fruto de la especulación ni del cálculo particular o nacional. Mucho menos de la ignorancia consentida.
Están en todas partes. Son un “crowdsourcing”, una organización que se nutre de la —extraña pero real— necesidad de ideología por parte de individuos exasperados, “necesitados de sentido”. No es el islam, sino el islam como pretexto y su guerra nos ha sido declarada.
Siria e Irak —por ahora— son los escenarios de una barbarie que todavía podemos ver de lejos, encoger los hombros y voltear para otro lado. Pero por lo que vemos, ISIS es la oferta más poderosa de ideología violenta desde el nazismo. Su abono está aquí, desde lo más hondo de nuestras sociedades (como muestra San Bernardino) desde los jardines, las cocinas y las casas de los barrios en occidente.
Cómo los poderes criminales del narcotráfico, ISIS es una amenaza seria que merecen una reflexión mucho más profunda y amplia. Ojalá el año 2016 despertemos de nuestro letargo y nos dé el espacio, la inteligencia y la calma para elaborar una respuesta ante el significado de ese nuevo horror que, insisto (y por desgracia) por alguna razón cósmica, puso dentro de su mapa a México.