Rolando Cordera Campos
El Financiero
11/05/2023
Los días pasan; los comentaristas y los enterados siguen con nosotros. El presidente Biden nos protege y dice que no habrá crisis en su tierra, mientras que el nuestro, López Obrador, nos promete cero crisis hasta 2025, cuando según su ouija puede venir una de Estados Unidos que sin remedio nos afectaría. Panorama declarativo que hubiera disminuido la gran película de Giuseppe Tornatore, Están todos bien (Stanno tutti bene).
Sin entrar en el manglar de las proyecciones, lo menos que podemos decir frente a tales declaraciones es que nos queda esperar a que todo vaya como aseguran los que mandan, aunque, como suele suceder, la rejega realidad se entromete y los datos se empeñan en contradecir las expectativas.
Si sometemos la economía al termómetro del empleo y sus remuneraciones, prueba primera que toda economía de mercado capitalista debe pasar, ésta no funciona. Si nos atenemos a las cifras y los datos, no tenemos las plazas de trabajo necesarias para que todos los mexicanos que solicitan empleo puedan tenerlo; tampoco los salarios y prestaciones cubren los mínimos necesarios para que la mayoría de las personas tenga condiciones dignas de vida. Mal de muchos no es consuelo para nadie, nunca lo ha sido.
El salario debe servir para que quien lo obtiene se mantenga y contribuya al bienestar de los suyos, y éstos, los suyos, ese contingente de viejos y jóvenes que forman los hogares, tienen que comprometerse a proteger a los niños y viejos. Por eso es que tanto las condiciones laborales como el hábitat social tienen que adecuarse y la economía tornarse en economía del cuidado, pero la sociedad no parece dispuesta a hacerse cargo de tal responsabilidad. No solo por indiferencia e individualismo, que las hay, sino porque las propias condiciones de trabajo impiden a muchos a esta doble o triple tarea.
El “puente mágico” encarnado en las mujeres y su enorme capacidad para trabajar fuera de casa y encargarse de niños y ancianos con generosidad heroica, tiende a desgastarse por el cansancio del trabajo femenino y la falta de apoyo efectivo y oportuno del Estado.
Replantearse ya, cuanto antes, toda la cuestión del mundo del trabajo, junto con el crucial aspecto de la salud y la seguridad social de quienes trabajan, de los ingresos y los derechos, de los entornos y los apoyos, es una gran prueba que los mexicanos tenemos enfrente. Nadie puede quedar al margen de esta construcción social y política que debe responder a un reconocimiento genuino de lo que significa ser humano en este mundo pospandemia, cada día más acosado por los cambios climáticos y los horizontes nublados de las sucesivas crisis económicas y financieras que dominan los panoramas.
No todos estamos contentos ni podemos estarlo. Nos urge reconocernos en los otros y entre nosotros, en las penurias y vulnerabilidades de los muchos; hacerlo es, debe empezar a serlo, ciudadana respuesta ante los vuelcos y entuertos del mundo.