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¿Una generación «rodacacas»?

Fuente: La Crónica

Ricardo Becerra

Con mucho, esta es la peor noticia de navidad: los economistas de la OCDE calculan que México perderá 350 mil empleos, ¡sólo en diciembre!, por efecto de la recesión mundial. Puede ser mi pura ignorancia, pero no recuerdo noticia económica tan mala, tan dramática y descorazonadora, como la de 350 mil personas echadas a la calle en un mal mes. Se trata de una tragedia social de grandes dimensiones económicas claro, pero también morales, pues las previsiones indican que si bien nos va, vamos a recuperar esos empleos hasta el año 2010. Esto significa que en doce meses los mexicanos serán más pobres, invertirán menos, tendrán menos dinero para gastar, y lo que es mas importante: vivirán (viviremos) en un ambiente galvanizado de mayor inquietud, incertidumbre e inseguridad.

Dice el Banco de México que el crecimiento del PIB para este año rasguñará el 2 por ciento; pero para el gris 2009, la cosa se acorta casi a la mitad. Esto nos vuelve a sumergir de manera estruendosa en la penuria padecida ya por toda una generación, pues si contrastamos el crecimiento de la población frente al crecimiento económico en los últimos cuatro años, resulta que el PIB per cápita habrá crecido sólo uno por ciento al año, una tasa real de estancamiento y atasco de casi todo el país. Ya es imposible argumentar que la crisis que nos arrebatará esos 350 mil empleos de un manotazo es sólo un accidente en el camino, por el contrario, estamos obligados a reconocer que algo está muy mal en el arreglo económico fundamental de la nación, pues el crecimiento del PIB per cápita del presente nos retrotrae al nivel de 1980-2005, periodo que apenas pudo llevarnos a un incremento de 0.9 por ciento anual.

Ni siquiera hay que decir que JP Morgan pronosticó para México la tasa de crecimiento más baja de toda Latinoamérica (cero por ciento, en 2009), pues lo que está resultando todavía más aciago y negro es que no nos damos cuenta de la gravedad (porque estamos embaucados en los problemas de criminalidad) de las implicaciones que todo este sentón económico tendrá para la sociedad nacional, pues tales cifras significan, lapidariamente, que la edad del estancamiento se prolongará más allá de una generación, proyectando el escenario de parálisis a casi tres décadas, para convertirlo así en el más largo periodo histórico de letargo, no visto desde el siglo XIX. Hay que decirlo con todas sus letras: esta crisis es extremadamente grave para México, porque supone otra abrupta cancelación del crecimiento, otro sexenio (de cinco consecutivos) en que la riqueza promedio apenas y nos alcanza para no ser más pobres.

¿Y el gobierno? Invertirá 253 mil millones de pesos en 2009, presupuesto limitado, muy limitado, para la gravedad de los destrozos prácticos y la amenaza recesiva real. Según el Presupuesto de Egresos de la Federación, ese gasto deficitario ayudará a catapultar sólo el uno por ciento de la economía nacional (si es que se puede gastar). Y si uno por ciento es la meta, hay que decir que resulta claramente insuficiente para lo profundo, brutal y largo del desplome económico en el que estamos metidos.

De no haber una rectificación mayor en la política económica mexicana, en sus ideas fundamentales y en sus instrumentos principales, el sexenio del presidente Calderón puede ser el más aciago desde Miguel de la Madrid. En el futuro, nadie recordará a Calderón por su afán de “equilibrar el presupuesto”, ni por “mantener a raya la inflación”, ni por “defender el valor del peso”, ni por mantener una disciplina monetaria envidiable. Al contrario, el Presidente tendrá un papel importante en la superación de esta crisis, precisamente porque se atrevió a romper con muchos de los tabúes económicos que nos han acompañado en la edad del estancamiento.

La política fiscal, la activación de la demanda, el gasto público (bien ejercido), las políticas masivas de empleo, la creación de infraestructura estratégica y las políticas de seguridad económica para los más vulnerables (como el seguro universal de desempleo) son esenciales en este momento. Esta crisis no tiene salidas por la derecha, y sólo los más necios o ignorantes pueden insistir en “moderar” la intervención estatal.

Es la oportunidad para ensayar la construcción de una versión nativa del Estado de bienestar universal en México, como instrumento histórico (probado con éxito en otras latitudes) para sortear la recesión más grave. No hay tiempo que perder y no es el momento para pecar por “mesura”; si esta generación no quiere aparecer como la generación “rodacacas” (Roosevelt dixit), hay que prepararse para actuar de más, con ambición y decisión. Es un momento de absoluta crisis depresiva y mucho mejor el estímulo económico excesivo, que las pequeñas dosis, debidas a la omisión, la supuesta prudencia o al recato. Se acabó el largo plazo. Olvidémonos del “Plan 2025”, pues este crack ha de sortearse ahora para abrirle paso al futuro. Tenemos que replantear muchas cosas fundamentales en nuestra economía y en la economía internacional. Hay que aprovechar la crisis. Si el cambio no ocurre ahora por esta crisis y en estos meses, no ocurrirá nunca, para desgracia y estancamiento de no sé cuantas generaciones de mexicanos…

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