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El debate público

Vivir, sin sufrir, con ChatGPT

Raúl Trejo Delarbre

La Crónica

30/01/2023

¿Qué cosas, de las que hacemos hoy, nos avergonzarán en el futuro? The New York Times recabó una treintena de respuestas. Escritores, empresarios o artistas, entre otros, ofrecieron una entretenida variedad de especulaciones. En pocos años, dijeron, nos avergonzará haber usado sandalias crocs, emplear botellas de plástico, comer carne, la polarización política, los selfies. También respondió ChatGPT, el recientemente célebre programa informático que augura: “nuestra dependencia excesiva de los teléfonos inteligentes, las redes sociales y otros dispositivos digitales probablemente se verá obsoleta en unos años a medida que surjan nuevas tecnologías”.

ChatGPT responde, conversa y asombra en línea desde que fue abierto al público hace dos meses, el 30 de noviembre. En menos de una semana alcanzó un millón de usuarios. Hoy, son decenas de millones. La prensa de todo el mundo lo ha entrevistado y comenta sus habilidades conversacionales.

Ilustración del concepto de inteligencia artificial
Ilustración del concepto de inteligencia artificial Envato
ChatGPT es un modelo de lenguaje apoyado en inteligencia artificial y produce textos como si fueran elaborados por humanos. Sus siglas vienen de Generative Pretrained Transformer (algo así como transformador preentrenado y generativo) y responde a preguntas por escrito de manera amigable. Su funcionamiento depende de al menos tres características. Es alimentado con enormes bases de datos, sobre los más diversos asuntos y estilos. Esa información y las interacciones que ofrece con ella son organizadas digitalmente en múltiples capas articuladas de manera reticular. En tercer término, ChatGPT es adiestrado con algoritmos de aprendizaje profundo para que pueda reproducir variados estilos e idiomas.

ChatGPT puede traducir o sintetizar textos, redactar breves informes, escribir poemas, explicar asuntos científicos e incluso contar chistes, por lo general malos. No tiene capacidad para razonar como una persona. Sus habilidades, hasta ahora, son mímicas: imita y repite, organizando en frases variables lo que otros han dicho.


Esa aptitud para redactar textos coherentes ha suscitado admiración, pero también temor. No es difícil emplear ChatGPT para hacer los trabajos escolares. Una encuesta a mediados de enero indicaba que ya lo utilizaba el 17% de los estudiantes en la Universidad de Stanford. En Estados Unidos, las escuelas públicas de Nueva York, Los Angeles y Seattle, entre otras, han prohibido que sus estudiantes lo empleen. En París, la prestigiada universidad de ciencias sociales Sciences Po tomó la misma decisión.

Esas reacciones son precipitadas e inútiles. El acceso a un sitio web se puede bloquear en las redes de un campus, pero no en los celulares ni en las casas de los alumnos. Censurar el empleo de ese mecanismo informático es cerrar los ojos a su existencia. Por supuesto, hay que examinar y comprender tales desafíos. La semana pasada Pedro Salazar, Pablo Pruneda y Laura Márquez, del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, organizaron una reunión, con investigadores de varios países latinoamericanos, para intercambiar opiniones sobre ChatGPT y otros sistemas de inteligencia artificial.

Cada vez más, es preciso que a los alumnos se les eduque para entender y emplear los recursos informáticos y reflexionar y pensar, más que repetir. Habría que reivindicar lo básico: lectura, habilidades esenciales, comprensión, escritura. Un alumno que sabe escribir y leer puede aprovechar mecanismos como ChatGPT para indagar y contrastar sus conocimientos y no para engañar en las tareas escolares. Pero es imposible no imaginar cuántos problemas se habría evitado una señora desdichadamente notoria, que hoy despacha en la Suprema Corte, si hubiera contado con ChatGPT cuando hizo su tesis de licenciatura. Ya existe un programa en línea, GPTZero, que según sus creadores identifica párrafos elaborados de manera artificial pero se equivoca con los textos de ChatGPT.

ChatGPT es creación de la compañía AI, fundada en 2015 por los empresarios tecnológicos Elon Musk (el de los autos Tesla y los trinos de Twitter) y San Altman. Musk tuvo que dejarla tres años después para evitar conflictos de interés entre con otros de sus negocios. En 2019 AI despegó gracias una inversión de mil millones de dólares de Microsoft. Esa empresa acaba de anunciar que destinará diez mil millones de dólares más para la firma AI.

Cuando ChatGPT pueda rastrear datos de Internet en tiempo real, será un fuerte rival para Google. Esta empresa, prepara su propio sistema de respuestas por inteligencia artificial llamado LAMDA (Language Model for Dialogue Applications). La compañía AI quizá establecerá un servicio premium para que ChatGPT ofrezca respuestas más rápidas y amplias por 42 dólares al mes. Google tendría que revisar su modelo de negocios y estaríamos en riesgo de tener que pagar por las búsquedas en línea más eficientes.

Las respuestas de ChatGPT son deslumbrantes por precisas pero, al menos todavía, son rígidas y formales, como si las hiciera el muchacho más aplicado de la clase pero no necesariamente el que mejor se expresa. No hace juicios de valor pero existe la posibilidad de que, en poco tiempo, reproduzca criterios estéticos, morales o políticos ceñidos a concepciones rígidas. ChatGPT puede ser un extraordinario recurso de investigación y trabajo pero, también, un instrumento para uniformar opiniones. Por lo pronto, cada pregunta nuestra contribuye a adiestrarlo. Mientras más nos sirve, más le servimos. Paradójica y sorprendente la inteligencia artificial, como anticipa el propio ChatGPT, hará obsoletos los accesos que hoy empleamos para conectarnos con el entorno digital.

ALACENA: Razones en defensa del INE

En una exitosa y concurrida sesión, este domingo se presentó La democracia no se toca (Planeta, 240 pp.) de Lorenzo Córdova y Ciro Murayama. Se trata de un didáctico y actualísimo manual que explica el funcionamiento de las reglas electorales y de la democracia, a la que se reivindica como “el sistema político donde quien piensa distinto al poder no es perseguido y las minorías tienen derechos”. La falta de respeto del presidente López Obrador a las reglas democráticas y la promoción de mentiras, odio y exclusión, entre otras, son “actitudes peligrosas que buscan multiplicar la intolerancia”. Frente al intento del gobierno que quiere destazar al INE con una contrarreforma electoral, el libro de Córdova y Murayama ofrece argumentos sólidos para la defensa ciudadana de la democracia.