Raúl Trejo Delarbre
La Crónica
31/05/2021
De la elección del domingo próximo depende que el presidente López Obrador deba moderar sus excesos porque tendría el contrapeso de una Cámara de Diputados plural. La coalición opositora padece muchos defectos pero es la única posibilidad que tenemos, en las boletas del 6 de junio, para atemperar el autoritarismo del presidente.
Hay ciudadanos que hace tres años votaron por Morena y ahora están en desacuerdo con el gobierno pero no se animan a respaldar a los partidos de oposición. Otros, están tan hastiados de la descomposición política que quieren anular su voto o abstenerse de ir a las urnas. Algunos más, buscan opciones en los partidos pequeños.
Entre quienes sufragaron por Morena en 2018 hay muchos que tienen razones para no repetir ese voto. En 2020 la pobreza extrema en México aumentó del 10.6% al 18.3% de la población (en América Latina, en promedio, creció únicamente 1.2%, datos de la CEPAL). Los asesinatos dolosos en los 30 meses que lleva este gobierno son más de 85 mil 500; durante todo el sexenio de Felipe Calderón hubo 120 mil muertes de esa índole y con Peña Nieto 156 mil. En las actuales campañas electorales han sido asesinados 34 candidatos.
Quienes hace tres años creyeron que al votar por Morena respaldaban el combate a la desigualdad social, o aquellos que pensaron que era una opción de izquierda hoy pueden reconocer, con honestidad, que no ha sido así. A las Fuerzas Armadas el presidente les ha conferido una centralidad política que no tenían desde hace más de 75 años. Este gobierno tampoco ha sido ajeno a la corrupción y la discrecionalidad tuerce las normas en contratos y compras. A la pandemia la enfrentó con ignorancia e improvisación y ahora, con actitud clientelar, acelera la aplicación de vacunas cuando estamos a unos días de la elección.
Aún si no comparten ese diagnóstico, muchos votantes de Morena están preocupados porque el López Obrador de hoy se comporta con una intolerancia, un rechazo a los hechos y una pequeñez de miras que no habían esperado. El de ahora es el López Obrador de siempre pero no todos se habían percatado de su fobia a la discusión, su desprecio por aquellos que no lo exaltan, o del retraimiento que lo ofusca ante desafíos del mundo contemporáneo como la defensa del ambiente y la necesidad de energías limpias.
Entre esos ciudadanos seguramente hay quienes, ya sea que mantengan o no su confianza al presidente, considerarán prudente que tenga contrapesos institucionales. En 2018 casi una de cada cinco personas que sufragaron por López Obrador para la presidencia, en las votaciones para el Congreso lo hicieron por partidos distintos a la coalición que lo postuló.
Otros ciudadanos se proponen anular su voto o, de plano, no ir a la casilla electoral. La anulación de la boleta es una queja contra todas las opciones políticas y el sistema del que forman parte. Hoy en cambio, lo que está en juego es la defensa del Estado y sus instituciones, con todo y las insuficiencias que les podamos señalar. El presidente y su partido infringen la ley todos los días. En abierto desacato a la Constitución ampliaron la gestión del presidente de la Corte, o persiguen al gobernador de Tamaulipas que sigue teniendo fuero. Cada mañana López Obrador hace propaganda electoral aunque la ley se lo prohíbe. El presidente quiere acabar con la autonomía del INE, el INAI y el Banco de México. Con el voto del 6 de junio contribuiremos a defender o, en otro caso, a erosionar nuestras instituciones constitucionales.
Votar por los partidos pequeños equivale a respaldar al gobierno. Los partidos Verde y del Trabajo están formalmente aliados con Morena. Encuentro Solidario, Fuerza por México y Redes Sociales, surgieron amparados por López Obrador. Movimiento Ciudadano, salvo en los sitios en donde puede vencer a Morena, dividirá el voto de la oposición.
El único voto útil, que pueda castigar y moderar el autoritarismo del partido oficial, será el que respalde a los candidatos capaces de ganarle a Morena. En casi todo el país las opciones competitivas ante el partido del presidente son PAN, PRI y PRD, que conforman la alianza Va por México.
Hay ciudadanos que están inconformes con los excesos del presidente López Obrador pero no quieren votar por partidos a los que asocian con abusos del pasado reciente. Esas reticencias son muy entendibles. En no pocos gobiernos nacionales o locales encabezados por PRI, PAN o PRD, han ocurrido notorias arbitrariedades. Esos partidos no han ofrecido a la sociedad una autocrítica verosímil y ahora mismo mantienen campañas desmadejadas y sin propuestas. Pero en las circunstancias actuales el dilema no es si tales partidos merecen nuestro voto sino si nosotros mismos, y la sociedad de la que formamos parte, merecemos que tengan vía libre la insensatez y el caudillismo de López Obrador.
En las elecciones los ciudadanos casi nunca tenemos opciones intachables. Decidimos entre lo que conviene menos y lo que conviene más. El 6 de junio podemos avalar a un gobierno que, sin equilibrios legislativos, seguirá arruinando la economía y concentrando la política en un solo y desenfrenado individuo. La otra opción es favorecer un bloque opositor capaz de contrapesar las decisiones del gobierno para que tomen en cuenta la pluralidad de nuestra sociedad.
Premiar o castigar al gobierno y al presidente con nuestro voto: ese es el dilema que no podemos eludir el 6 de junio. La ciudadanía implica derechos, pero también la responsabilidad de decidir en las urnas. Seamos responsables.