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El debate público

¿Alemanismo a destiempo?

José Woldenberg

Reforma

29/01/2015

El 1o. de diciembre de 1946 el licenciado Miguel Alemán Valdés asumió la Presidencia de la República. En este caso lo de licenciado no era ni es anodino. Fue el primer Presidente de extracción civil luego de la Revolución; todos sus antecesores habían sido militares. Egresado de la Escuela Nacional de Jurisprudencia encarna el capítulo en el cual la Revolución se baja del caballo y se sube al Cadillac. Se abrió una nueva época para el país.

Se trataba de modernizar. Ese era el conjuro, la invocación. Y en efecto, crece la industria, se multiplica la producción agrícola. Se acrecienta la inversión pública. Se desarrolla «la infraestructura eléctrica, energética, de comunicaciones y transportes». Se trata de un momento estelar de la política de substitución de importaciones que genera -sobre todo- una industria para el mercado nacional. Se impulsa el turismo, la construcción de carreteras, aeropuertos. México empieza a ser un país más urbano que rural. Se crean los primeros multifamiliares y las colonias residenciales, aparecen los grandes almacenes, se construye Ciudad Universitaria y el Auditorio Nacional. (Enrique Krauze. La presidencia imperial. Tusquets).

De 1947 a 1952 el Producto Interno Bruto creció a un promedio anual del 5.8 por ciento y el PIB por persona a 3. «El gasto público se orientó de manera creciente al fomento económico» (del 45.8 por ciento en 1947 al 56.9 en 1952). «El papel del Estado como inversionista quedó claramente establecido y los recursos se destinaron a infraestructura básica (agua, fomento agropecuario, energéticos, comunicaciones, transportes), infraestructura social (servicios educativos y de atención a la salud) y actividades estratégicas (acero, fertilizantes, papel, abasto de bienes de consumo básico)». Son años centrales del llamado Milagro Mexicano, una etapa de crecimiento económico importante y sostenido. (Carlos Tello. Estado y desarrollo económico. México 1920-2006. UNAM).

Es un México anterior a la televisión. (El 1o. de septiembre de 1950 se transmite por tv y por primera vez el informe de gobierno del Presidente). Como expresión cultural el cine despega. Si en 1947 se producen 57 películas, un año después ya son 81, y los siguientes cuatro años más de cien en cada uno. (IMCINE. Anuario Estadístico del cine mexicano 2013). Es la «época de oro». Y sus temas cambian. Emilio García Riera lo detecta con precisión: «De la hacienda al cabaret», del mundo rural al urbano. Nosotros los pobres, Ustedes los ricos y Pepe el Toro de Ismael Rodríguez y Los Olvidados de Luis Buñuel transcurren en la ciudad. Son los pobres nobles y solidarios en un caso y crueles e insensibles en el otro, pero moviéndose en un nuevo hábitat: la gran ciudad. El escenario del futuro que ya es presente para millones.

Son también los primeros años de la Guerra Fría, del alineamiento por las buenas o por las malas del movimiento sindical (el golpe al sindicato petrolero es emblemático), de una precaria oposición partidista, del acercamiento a Estados Unidos (Truman es el primer presidente de aquel país que visita México -1947- y Alemán viajó a Washington), además del monolitismo político, de la subordinación de la prensa, de la intolerancia hacia aquellos que se colocan fuera de la gran coalición que representaba la «familia revolucionaria».

El crecimiento económico se logró con el despliegue de grandes negocios desde el poder político, con asociaciones entre funcionarios y empresarios, con facilidades para enriquecerse en poco tiempo. El gobierno otorgaba concesiones, se diseñaban y ponían en práctica grandes proyectos de desarrollo en forma mancomunada, la administración era una fábrica eficiente de nuevos ricos; política y negocios se fundieron y confundieron.

¿Se pretendió o pretende ahora repetir el ímpetu transformador de la gestión alemanista? ¿Alguien cree posible reeditar el modelito? ¿Se olvidó que hoy existe una prensa con muchos mayores grados de libertad, que hay normas para las licitaciones estatales, que está presente una opinión pública más sensible a los actos de corrupción, que hay una ley que permite el acceso a la información pública e instituciones que tutelan ese derecho, que en el escenario se encuentran instalados partidos fuertes, distintos al oficial, que las redes sociales no dejan «pasar una»?, en una palabra que el poder político se encuentra acotado quizá como nunca antes. O para decirlo de otra manera: que las condiciones que permitieron aquella gestión no están más entre nosotros.