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El debate público

AMLO: con el golpista Castillo… y contra el INE

Raúl Trejo Delarbre

La Crónica

12/12/2022

Desesperado y aislado, Pedro Castillo perpetró en Perú un grotesco golpe de Estado. El Congreso, al que quiso desconocer, lo destituyó de inmediato. Los partidos lo dejaron solo. Las Fuerzas Armadas no lo respaldaron y la policía lo detuvo.

Mientras muchos gobernantes del Continente y el mundo condenaron ese intento para quebrar la legalidad en Perú, Andrés Manuel López Obrador quiso justificarlo. En una forzada voltereta, cuestionó la hostilidad política que condujo a Castillo “a tomar decisiones que le han servido a sus adversarios para consumar su destitución”.

De esa manera, el presidente mexicano avaló un golpe de Estado. El profesor Castillo no quería desconocer las normas constitucionales, pero las circunstancias lo forzaron. Con el mismo y peregrino argumento se podría decir que Augusto Pinochet no quería asaltar el Palacio de La Moneda en 1973, pero Salvador Allende no le dejó otra opción.

En esa defensa de Castillo, López Obrador practica dos de sus muletillas retóricas y políticas. Por una parte, elude reconocer las irresponsabilidades que cometen aquellos con quienes simpatiza (igual que hace con sus propios actos). La culpa no es de ellos sino de sus adversarios. Los causantes de una decisión equivocada son presentados como víctimas.

Al mismo tiempo, al abogar así por el hoy ex presidente peruano López Obrador reitera su desdén por instituciones y leyes cuando no convienen a las causas que él respalda. Castillo quiso cancelar el orden constitucional. Nuestro presidente, como ha dicho, no acepta que le vengan “con ese cuento de que la ley es la ley”. Para él todo se vale cuando se trata de sus intereses.

En Perú hay una crisis política de inciertas perspectivas. Defenestrado el presidente que en junio del año pasado ganó las elecciones, la vice presidenta que lo reemplazó tiene escaso apoyo y la elite política está desprestigiada. El Congreso que reviró a Castillo destituyéndolo, es rechazado por el 85% de los peruanos. En tal escenario, la intervención de un gobierno extranjero para respaldar a Castillo no ayuda a ninguna solución política.

López Obrador defendió sin argumentos al golpista. Luego envió a nuestro embajador en Lima a visitarlo en prisión. Imaginemos la reacción del gobierno mexicano si un embajador extranjero acudiera a los separos policiacos para buscar a un detenido de gran relevancia política.

Para el populismo elemental que practican López Obrador o Castillo la ley es reivindicable cuando les resulta útil y, si no, la consideran un estorbo. AMLO quiso trastocar la Constitución para reemplazar al Instituto Nacional Electoral con un organismo sometido al gobierno, pero no pudo. La gran marcha nacional del 13 de noviembre se lo impidió, en el que ha sido el mayor fracaso político en sus cuatro años de gestión. Ahora quiere alterar la legislación electoral. Con tal de complacerlo, los diputados de Morena aprobaron una iniciativa que no revisaron, ni entendieron, porque la habían recibido horas antes de votar por ella.

La contrarreforma que impulsa el gobierno, entre otras consecuencias, desmantelaría la estructura, cimentada en las Juntas Distritales, que le permite al INE organizar las elecciones. También acabaría con la armazón profesional que se articula en la Junta General Ejecutiva del Instituto y propiciaría el despido de centenares de trabajadores. Con el pretexto de ahorrar recursos, quedaría socavado el funcionamiento de la autoridad electoral. Además los funcionarios públicos podrían hacer proselitismo político desde sus cargos de gobierno. Esa reforma sólo conviene a quienes quieran hacer trampa en las elecciones de 2024.

Para lograr el apoyo de los convenencieros partidos Verde y del Trabajo, Morena modificó la iniciativa del presidente y alteró el umbral del 3% nacional que cada partido debe obtener en las elecciones federales a fin de conservar su registro. Además se permitiría que, cuando postularan candidatos comunes, los partidos pudieran traspasarse votos unos a otros. Ambas disposiciones son inconstitucionales.

La contrarreforma electoral se encuentra en el Senado. El gobierno quiere acelerar su votación para que no sea discutida con esmero. Ricardo Monreal, coordinador de los senadores de Morena, tendrá un papel fundamental en el destino de esa iniciativa —y de esa manera, en el porvenir de la democracia mexicana—.

No es claro cuántos de los senadores de Morena respaldarían a su coordinador. Monreal disculpa el atentado contra el INE cuando dice que la iniciativa presidencial no pone en riesgo a la democracia. Pero también admite que esa propuesta implica crear un nuevo sistema electoral, lo cual sería contrario a la Constitución.

Esa contradicción Monreal no podrá resolverla con juegos de palabras, ni con una propuesta intermedia. López Obrador quiere golpear al INE, debilitándolo. La única opción ante ese intento es defender a la autoridad electoral respetando su autonomía, funciones y estructura. En ese dilema no hay mediaciones.

ALACENA: Arturo Whaley

Los trabajadores de la industria nuclear fueron uno de los pilares de la Tendencia Democrática de Electricistas, perseguida por el gobierno en los años 70. Luego el sindicato que crearon, el SUTIN, desplegó una versátil política de alianzas, influyó en decisiones del Congreso del Trabajo en una época de intensa crisis económica, respaldó a movimientos de liberación en Centroamérica, apoyó producciones cinematográficas. La intensa actividad del SUTIN suscitó la animosidad del gobierno de Miguel de la Madrid que, con tal de acabar con sindicato, liquidó en 1984 a la empresa encargada de la energía nuclear.

Durante esa difícil y creativa época, el SUTIN estuvo encabezado por Arturo Whaley Martínez. Ingeniero en electrónica por el Politécnico, marchó en las jornadas de 1968. Luego se acercó a la Tendencia Democrática cuyo dirigente, Rafael Galván, le tuvo especial aprecio.

Whaley participó en 1981 en la creación del efímero Movimiento de Acción Popular y luego del Partido Socialista Unificado de México, por el cual fue diputado federal. Impulsó la creación de energías alternativas. Fue un hombre brillante y buen amigo de sus amigos. Hace dos décadas, sufrió un accidente de automóvil que le ocasionó severas limitaciones físicas. Arturo murió este domingo. Se le recordará con afecto. Descansará en paz.