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El debate público

Nueva década. El mundo en 2030

Raúl Trejo Delarbre

La Crónica

28/12/2020

La tercera década del siglo 21 comienza con pesadumbre. La pandemia ensombrece todos los pronósticos pero también, así sea de manera indirecta, acelera cambios en los más variados aspectos. En 2030 el mundo tendrá 8550 millones de personas (hoy somos 7800). Habrá más viejos. Actualmente el 9.4% de la población global tiene más de 65 años. En 2030 será el 12%, según proyecciones de la OCDE. 

En el transcurso de la nueva década el mundo intentará sacudirse las secuelas de la actual pandemia, se generalizarán usos y hábitos sociales y culturales que en los meses recientes han sido novedad, la sociedad organizada tendrá más influencia pero no necesariamente habrá menos desigualdades. 

Un vistazo al mundo que tendremos dentro de 10 años, a partir de estimaciones razonablemente factibles, permite alzar la mirada un poco más allá de los días oscuros que padecemos mientras no dejan de ulular las sirenas de las ambulancias y en espera de la vacuna que demorará más de lo que nos dicen y mucho más de lo que quisiéramos. 

En 2030 la tecnología digital facilitará, pero también supervisará y quizá homogeneizará, actividades y preferencias de las personas. Dispares siempre en velocidad y cobertura, las conexiones a Internet llegarán a casi todos los seres humanos (hoy tiene acceso a la Red el 63% de la población mundial). Dos terceras partes vivirán en ciudades (actualmente es el 55%). Los cielos de esas zonas urbanas estarán repletos de drones que llevarán productos comerciales pero también tendrán funciones de vigilancia. 

El tránsito y los quehaceres, al menos en espacios públicos, serán monitoreados a partir de las señales de los dispositivos celulares que lleve cada quien. La inteligencia artificial programará la circulación de vehículos y el abasto en centros comerciales, igual que los contenidos que ofrecerán los sistemas de entretenimiento en línea, entre muchas otras acciones.

En 2030 los robots, que ya son utilizados lo mismo en líneas de producción que en restaurantes y hoteles, se habrán multiplicado y tendrán interfases que a sus usuarios les permitirán darles instrucciones y, a su vez, recibir información de manera sencilla. Se habrán desarrollado prótesis robóticas flexibles, manejables con impulsos cerebrales, que ayudaran a paliar discapacidades físicas. Habrá implantes inteligentes, por ejemplo lentes intraoculares, así como chips subcutáneos para identificar y rastrear a quienes los lleven pero que además facilitarán la realización de transacciones comerciales.

La impresión en 3D, que hoy es lujo o curiosidad, se habrá extendido. Será posible hacer bioimpresión, con tejidos orgánicos, para llegar a la fabricación de órganos que puedan ser implantados en las personas que los necesiten.

La pandemia ha intensificado el desarrollo de la investigación científica. El enorme esfuerzo para diseñar las vacunas, así como en la búsqueda de medicamentos, seguramente tendrá consecuencias más allá del combate al SARS-COV-2. Hemos estado ante el esfuerzo de investigación científica más amplio, concertado y abierto que se haya realizado, con decenas de miles de artículos científicos publicados en pocos meses. Esa apertura y colaboración influirá en los avances de la ciencia en los próximos años, a pesar de las dificultades que la expansión y la legitimidad del conocimiento encuentran en países con regímenes autoritarios.

El teletrabajo ya era un recurso que, ahora, se extendió para quedarse. Los equipos de cómputo, siguiendo la tendencia que ya experimentaban, tendrán más velocidad y se generalizará el almacenamiento digital en reservorios remotos. 

El mundo se debatirá entre la promesa verde y el pasado negro que ha infestado el ambiente con resultados quizá irreversibles. El uso de combustibles no contaminantes se generalizará y es posible que las gasolinas queden erradicadas en los países más desarrollados. Si no hay una enorme operación de defensa ambiental tendremos naciones ricas con cielos menos grises frente a países pobres con energías sucias. La energía mareomotriz y la eólica reemplazarán a los combustibles fósiles con una rapidez que hoy parece impensable. Habrá turbinas eólicas voladoras para aprovechar la fuerza del viento en zonas más altas.

La escasez de agua obligará al racionamiento en grandes ciudades. Un estudio de Naciones Unidas considera que la falta de agua en algunas zonas áridas y semi áridas, acentuada por el cambio climático, forzará al desplazamiento de enormes grupos que podrían llegar a 700 millones de personas. En California ya hay un índice de cotizaciones bursátiles para el precio del agua. En variadas regiones, los conflictos por la falta de agua serán de pronóstico reservado.

Incendios, huracanes y sequías, se multiplicarán debido a los gases de efecto invernadero. Los especialistas han considerado que 2030 es la fecha límite para que el mundo detenga las emisiones de dióxido de carbono y se pueda evitar el aumento de la temperatura global a no más de 1.5 grados centígrados. El Banco Mundial estima que, si el clima no mejora, en 2030 la pobreza afectará a más de 100 millones de personas adicionales a las que ya sufrirían tales privaciones. En los países más desarrollados el empleo de plásticos se reducirá de manera notable. Muchas bebidas, como el agua misma, se distribuirán en envases de cartón y vidrio.

La pobreza no declinará de manera sustancial en la década que está por comenzar. Hoy se encuentran en pobreza extrema cerca de 700 millones, el 9% de la población mundial. De no ser por la pandemia, las personas en situación de pobreza extrema hubieran sido el 7.5%, de acuerdo con Banco Mundial. En 2030 la pobreza de esa índole alcanzará a cerca de 600 millones de personas, que serán el 6.7% de la población. La pandemia ha empeorado las posibilidades para reducir la pobreza dentro de una década.

Consumo y producción, y en buena medida gustos y hábitos, serán inventariados y luego reproducidos por algoritmos que rastrean nuestras búsquedas, afinidades y compras en línea. Esos mini programas informáticos no definen nuestras preferencias, pero las orientan al mostrarnos más de lo mismo que hemos consumido y al proponernos más de lo mismo que ha elegido la mayoría. La estandarización del gusto que ya realzaban los medios masivos, es enfatizada y focalizada por los algoritmos. 

En las redes sociodigitales las personas dejarán constancia de su individualismo y ejercerán parte de su socialización. Facebook espera tener 6 mil millones de usuarios en la segunda mitad de la década (hoy cuenta con 2700 millones, de los cuales 1800 millones se conectan a esa red al menos una vez al día). En esa y otras redes habrá conexiones para realidad aumentada que serán vistas con anteojos digitales. La gente se enlazará a Internet a través de dispositivos como nuestros actuales celulares pero también desde relojes, anteojos y variados gadgets.

La impresión en papel no desaparecerá pero será cada vez más excentricidad, o lujo. El reto principal del periodismo será interesar a sus públicos para que lean toda la edición de los diarios o revistas y no sólo una o dos notas. De ello dependerá su viabilidad financiera pero, además, la capacidad del periodismo profesional para enfrentar a las noticias falsas. Las mentiras en línea no dejarán de engañar y confundir pero habrá algoritmos que las localicen. El poder de las empresas propietarias de redes sociodigitales se incrementará en la medida en que se ocupen de identificar y etiquetar noticias falsas.

La educación, sobre todo en el nivel superior, será cada vez más desescolarizada, con planes híbridos que amalgamarán sesiones presenciales y en línea. La descentralización en la propagación de conocimientos se enfrentará a la organización tradicional y vertical de las instituciones universitarias. 

El auge en la reivindicación de los derechos de las personas que se ha expresado en vigorosos movimientos de mujeres y en extendidas protestas contra el racismo logrará, no sin resistencias, legislaciones y comportamientos más incluyentes. También se desarrollará la intolerancia a quienes no coincidan con los cartabones de la corrección política que estarán de moda. El pensamiento crítico encontrará dificultades adicionales (pero esa no es una novedad).

La organización de la sociedad será cada vez más reticular y apoyada en recursos digitales. Los consumidores tendrán un creciente poder, al rechazar productos que consideren nocivos (por ejemplo, aquellos cuya fabricación deje altas huellas de carbono). La socialización será física y virtual, como ya sucede. Las posibilidades de fiscalizar a los gobiernos se beneficiarán con más recursos de transparencia, pero los regímenes autoritarios insistirán en obstaculizar el acceso a la información. La tensión entre democracia y censura se expresará fundamentalmente en las redes digitales.

La pandemia pasará. El mundo seguirá girando. Que 2021 sea para ustedes mejor que el año que termina. Y que la década sea promisoria, próspera, gratificante.

ALACENA: Desconfianza, signo de la década

En el verano pasado la UNESCO puso en línea un cuestionario sobre los desafíos que enfrentará el mundo en 2030. Participaron más de 15 mil personas, las dos terceras partes mujeres. Cuando a los así encuestados les preguntaron cuáles son los principales retos del mundo 67% mencionó al cambio climático, 44% aludió a violencia y conflictos, 43% señaló a la discriminación y la desigualdad y 42% a la falta de comida, agua y vivienda. 

Cuando les preguntaron si tienen confianza en la capacidad del mundo para enfrentar esos desafíos, solamente el 4% contestó que tiene mucha confianza y el 21% que tiene confianza. El 52% dijo que tiene poca confianza y el 23% manifestó que, de plano, no confía en que el mundo será capaz de atender las principales urgencias de la humanidad dentro de una década.