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El debate público

Tiranetas

José Woldenberg

Reforma

20/08/2015

El tonito de buena parte del comentario político en los medios es insufrible. Soberbia, superioridad moral impostada, pontificación cancina, arman un cuadro capaz de deprimir al más bragado. El espacio está plagado de «Tiranetas» en el doble sentido del neologismo: a) quienes emiten verdades elementales de a kilo (puras netas) y b) quienes se convierten en tiranos irrecusables. A y B no son excluyentes y suelen fusionarse.

Hay varias fórmulas para aproximarse a los asuntos sociales. Todas pueden ser legítimas y productivas. Pero tienen cualidades distintas que vale la pena tener en cuenta. Enumero solo cinco.

1. Descriptiva. Describir al detalle una situación, un proceso, una estampa, un conflicto, resulta fundamental. Es la puerta de entrada al conocimiento. Una descripción rigurosa, viva, compleja, nos coloca incluso cerca de la explicación. Se trata de conocer el funcionamiento, la mecánica, las tonalidades y rugosidades de eso que llamamos realidad y que nos informa, digamos, de cómo se compran los votos o se consigue una licencia de construcción dando una «mordida». Esas descripciones, por su propia naturaleza, aparecen en crónicas o reportajes, pero casi nunca en los espacios de análisis. Parece una derivación obligada de la división del trabajo.

2. Histórica. Se trata de observar los fenómenos sociales como desembocaduras de procesos, dado que no son apariciones fulminantes ni realidades sin raíces. Nada de lo que existe puede explicarse sin acudir a la manera como las fuerzas del pasado lo han modelado. Develar esos trayectos, realizar comparaciones entre el hoy y el ayer, evaluar avances, retrocesos, deformaciones, virajes y hasta desapariciones inesperadas, ayuda a entender la complejidad de los asuntos y su modulación a través del tiempo. Porque solo Adán careció de antecedentes, el resto de los mortales y nuestras relaciones, instituciones, usos y costumbres, hemos sido cincelados por historias específicas. Y suele suceder que nuestros pasados nos acompañan.

3. Analítica. Se trata no solo de describir cómo son las cosas (1), sino por qué son como son. En estas operaciones suele abrirse el campo de visión, se sabe que lo que observamos tiene causas que no aparecen de manera natural y que vale la pena escudriñar para saber qué las genera. Así, los fenómenos de migración, el maltrato a las mujeres o la deficiente educación y todo lo que usted guste y mande, pueden narrarse al detalle, de manera minuciosa, puntual y colorida, pero la aproximación analítica se pregunta ¿por qué sucede lo que sucede? No se conforma con el relato o la descripción de los fenómenos. Busca explicar, iluminar, revelar lo que se encuentra «atrás» de lo que advertimos a primera vista.

4. Normativa. No hay (casi) actividad que no se encuentre regulada. Desde la Constitución hasta los reglamentos, pasando por leyes, estatutos, códigos y demás, lo que intentan es construir un marco que armonice las relaciones entre las personas, entre ellas y los poderes públicos y privados, entre las propias instituciones públicas y sígale usted. Y entre ese marco regulatorio y lo que sucede todos los días existe algo más que un océano de distancia. Confrontar el mundo de las normas con las realidades tiene sentido, porque se supone que en las reglas coagula un ideal al que la comunidad aspira y que suele ser defraudado de manera recurrente. Aunque a veces también es necesario replantear las propias normas, a las que pensamos mal hechas, mal diseñadas, fuentes de problemas sin fin.

5. Prescriptiva. No hay forma de aproximarse a los fenómenos sociales sin un cierto afán prescriptivo. Las cosas son como son, pero todos ensoñamos que deben ser como queremos. Si el tema es la desnutrición infantil proclamamos que se trata de algo inadmisible y que debemos alcanzar una alimentación sabrosa y nutritiva para cada infante. Contrastamos lo que es con lo que debe ser. La triste y decepcionante realidad contra nuestras pretensiones.

El problema aparece en todo su esplendor cuando se prescribe, se apunta lo que debe ser, sin describir, historiar, analizar… Lo que brota es un Tiranetas redondo. Los buenos deseos contra la siempre feúcha realidad. No es que la prescripción esté mal. Es imprescindible. Pero sola, sin las demás aproximaciones, se convierte en un discurso simplón y autosuficiente. Algo insoportable. Pero, dado que en este oficio el que no cae resbala, es posible que yo también escriba como Tiranetas. Es muy fácil deslizarse por ese tobogán.